lunes, 20 de agosto de 2012


Bullets of Redemption 

Capítulo 4

Relamo mis dedos cubiertos de sangre y nata, el sabor es raro: dulce y metálico, un sabor gris y morado que suaviza mi garganta a su paso.
Agarro la mochila y meto en ella los apuntes de todas las asignaturas junto a dos cajetillas de tabaco, salgo por la puerta de la casa y emprendo mi camino hacia el instituto. Llego antes de mis previsiones, aún está amaneciendo, así que espero sentado en la puerta metálica de éste fumando un cigarro. Apoyo mi cabeza entre los barrotes, enciendo mi iPod, suena It Never Ends de Bring Me The Horizon. Subo el volumen y cierro los ojos. Cuando los abro de nuevo me cercioro de la cercanía del sol a las nubes, del naranja amanecer, me parece bonito, incluso conmovedor.
Se aproxima hablándome una compañera de clase, no tengo demasiada relación con ella, no me disgusta ni tampoco me atrae su compañía.
-Eh, ¿qué haces aquí tan temprano? ¿Cómo llevas el examen de filosofía? –Sigo con los cascos puestos, mirando el cielo, sin embargo sé lo que ha dicho y no por haberla escuchado, sino por intuición, ¿para qué iba a hablar conmigo si no es para preguntarme por los exámenes? Siempre es por eso.
-I’ve said it once, I’ve said it twice, I’ve said it a thousand fucking times. That I’m ok, that I’m fine, that It’s all just in my mind. –Le contesto a la misma vez que lo escucho por el auricular, mirándola fijamente a los ojos.
-Ah, claro, sí. Yo estoy super agobiadísima, ¡me quiero morir por dios! Segundo de Bachillerato me va a matar y selectividad aún más… –No contesto y espero que piense que no la oigo.
¿Morir? ¿De verdad estudiar es algo como para plantearlo? Si es así debería hacer algo, no voy a dejarles sufrir de ése modo… ¿No?
Decidido a hacer algo me levanto del suelo, cigarro en los labios, mochila al hombro y comienzo a caminar hacia la carretera. La casa de mis abuelos está unas manzanas más abajo, puede que ellos no estén, si están… Bueno, mejor que no estén. Tropiezo un par de veces, me duele el corte del pie, no sé por qué, lo de la cara fue peor y ni siquiera lo noto… Como si no existiese. Llego a casa de mis abuelos, es una casa baja y antigua con una puerta grande de madera vieja muy resistente, extiendo mi brazo y cojo la llave de entre dos tejas, la introduzco en la cerradura y caigo de rodillas al suelo. Otra vez la misma sensación de dolor, otra vez el mismo rayo atraviesa mis ojos y dejo mi cuerpo.
Tengo imágenes borrosas, se entrecortan por barras negras difusas, me veo a mí mismo de frente, con la vieja escopeta de mi abuelo cargada y apuntando a mi profesora de filosofía. Bang. La gente grita. Oigo más gritos, cierro la puerta del aula. Bang. Bang. Bang. Recupero la consciencia unos segundos.
-Eh, esperad, que no me quedan cartuchos a mano. –Digo riendo y abro mi cartera. Sabía lo que causaría la frase y dos chicos de mi clase se abalanzan sobre mí. Mal, ha sido un fallo por su parte…
Vuelvo a perder mi cuerpo, saco un cuchillo considerablemente grande del bolsillo de la cartera y le destrozo la cara de un corte al de la derecha que cae al suelo agonizante, con sus manos en la testa patalea y grita. El de la izquierda, no recuerdo siquiera su nombre, se apoya en la mesa temblando, se ha meado encima…
-Sácate la polla. –Le digo.
-¡¿Q…Qué?! –Dice tragando saliva y cerrando los ojos.
-Ya me has oído, sácatela o te la saco yo. –Me hace caso y se baja los pantalones. No es fácil decir que no a alguien que te está amenazando con un cuchillo. Le agarro por la polla y le recojo los huevos con el resto de la mano.
-¡¿Qué me vas a hacer, déjame marchar por favor, por qué, por qué?! –Grita entre sollozos llorando como un puto bebé.
-Ahora verás lo que te voy a hacer. –Digo y al terminar corto sus genitales aún húmedos por la orina derramada. Por supuesto os podéis imaginar la reacción: se fue bailando sevillanas. Ah no, eso fue en la tele… Él se puso a gritar como un poseso, cómo no, al fin y al cabo tiene que doler… Empuño bien mi cuchillo y con la mano torcida atravieso fuertemente su sien de un solo golpe. Puedo ver asomar la punta del cuchillo por la otra parte de la cabeza.