domingo, 30 de septiembre de 2012


Bullets of Redemption

Capítulo 5

Eufórico, extasiado, me siento como si acabase de salir de un concierto de música heavy y quiero más. Miro a mis espaldas antes de cerrar la puerta de clase y gozo ante la imagen de los actos cometidos: sangre, vísceras, calma, paz, felicidad y moscas. Camino por el pasillo sintiéndome más vivo que nunca, salto un par de veces y me golpeo contra las paredes, corro hasta la puerta de entrada riendo y caigo al suelo desplomado por un golpe desde el lado izquierdo.
-¿Adónde vas pedazo de friki? –Me dice un ex compañero de clase. Es el típico inseguro que se respalda en su fuerza física y en sus amigos para meterse con todo el mundo.
-La has cagado. –Digo incorporándome desde el suelo y sacando de nuevo mi cuchillo aún caliente en la empuñadura y húmedo por la sangre.
-Eh, eh, tranquilo tío, solo era una broma. –Comenta haciéndose hacia atrás, escudándose en sus dos acompañantes.
Plenamente consciente de mis actos hinco mi arma en su vientre y mirándole a los ojos desgarro hacia arriba arrastrando todos los órganos intermediarios en mi trayecto. Puedo notar como muere en mis manos y un último aliento hace bailar mi flequillo justo antes de que se desplome sobre mí el peso de su cuerpo inerte. Los otros dos intentan huir, necios… ¿creéis ser más rápidos que una bala? Bang. Bang. Dos menos.
Salgo del recinto escolar y camino deprisa hasta un hospital, entro a la enfermería después de esperar mi turno y me siento frente a la doctora.
-Verá señora, es que, ya sabe usted cómo somos los adolescentes y ésas cosas… Y resulta que el otro día estuve en una fiesta y bebí tanto que a la mañana siguiente me desperté con la oreja perforada y la verdad es que me duele una barbaridad… –Le digo entre risas. La única verdad de lo dicho es que la oreja me dolía una brutalidad, se había amoratado e hinchado.
-Todos hemos sido adolescentes y hemos hecho locuras, tranquilo. –Me dice y se acerca a mí con unos guantes blancos de látex en las manos.
-¡Ay! –Me quejo del dolor cuando empieza a apretar en la oreja.
-Venga que no es nada, se te ha infectado y la tienes llena de pus, tengo que sacarlo. –Aprieta fuerte, yo me quejo, sigue apretando, yo me quejo y así un buen rato hasta que termina.
-Muchas gracias, de veras. ¡La próxima vez intentaré beber menos! –Le digo con una sonrisa en la cara al salir de la consulta.
Al salir del hospital la luz del sol me ciega por unos segundos y de una manera inconsciente veo mi imagen reflejada en un coche negro. Me acerco y me miro detenidamente en el espejo retrovisor: mi cara no tiene cicatrices, no hay cortes, no hay nada.
-Perdone, ¿le importaría ir a mirarse a otra parte? –Me sugiere el conductor desde dentro del coche.
-Cállese la puta boca y baje del coche. –Le digo a la vez que le asesto un puñetazo en la nariz. El hombre me hace caso y huye, no hago nada para impedir su huida, es decir, no le mato. Pobre hombre, le pegan, le roban el coche… Que le maten es lo último que le faltaba.
Arranco el motor y subo las ventanillas, de forma automática la radio se enciende y suena una canción que recuerdo vagamente. Leo “Engel – Rammstein” en el reproductor y automáticamente me viene a la memoria la canción y la letra de ésta.
Voy por la carretera cantando y me pregunto por qué después de haber matado a tanta gente y después de haber robado un coche y agredido a un hombre la policía no está tras mi busca… Y de repente me viene a la cabeza la respuesta, claro… Hay veces en las que se me olvida que vivo en España, aquí la policía no hace nada productivo por la sociedad.
Llego a casa y dejo el coche en medio de la carretera, subo corriendo las escaleras y abro la puerta principal. La casa está inundada por un funesto silencio y me acerco al cuarto de mamá. Sigue allí, tal y como la dejé por la mañana, muerta. Corro hacia su vestidor y me miro en el espejo, mi cara sigue sin tener las cicatrices que me hizo mi madre, pero… No… No puede ser. Ella lo hizo. Yo lo vi, lo noté, lo sentí. Comienzo a llorar y me falta el oxígeno. Me encuentro tirado a los pies de la cama y agarro a mi madre, aprieto su brazo contra mi pecho y grito. Vuelvo a perder la consciencia y cuando despierto estoy parado frente a la consulta de mi psicólogo. Éste abre la puerta y me pregunta que qué hago aquí. Entro a la consulta y me siento en el suelo apoyando mi espalda en el escritorio rompo a llorar de nuevo. Me pregunta que qué me pasa y le cuento todo lo ocurrido.
-Tranquilo, no pasa nada, te voy a ayudar, ¿vale? Tú no tienes la culpa de nada de lo ocurrido, déjame llamar a un amigo para pedir consejo sobre tu tratamiento, vuelvo en un minuto.
-Tú no tienes la culpa de nada… Tú no tienes la culpa de nada, es cierto… La culpa es tuya, tú… Tú no me ayudaste. Tú eres el culpable de que mi madre esté muerta. –Digo sacando una navaja del bolsillo.
-Te equivocas, nadie tiene la culpa, no tienes que hacer esto, tranquilízate. –Desde la ventana se oyen sirenas de policía y de los servicios sanitarios.
-Anda, al final va a ser verdad que la policía trabaja en España…
-Si te ven armado te matarán, suelta la navaja, por favor.
-¿Qué te dice que no quiera morir?
-Yo no quiero morir, por favor, déjame ir.
-De acuerdo. Vete. –Le digo señalando la puerta.
-Gr… Gracias. –Dice y corre hacia la puerta chocando “accidentalmente” con la hoja de mi arma.
-Ups, ¿qué torpe eres no?
Giro el acero en su interior y lo clavo aún más adentro hasta que comienza a escupir sangre. Cae de rodillas y le agarro por la cabellera mientras aún vive, extraigo la navaja de su estómago y la limpio contra su mejilla. Acto seguido giro su cabeza y le miro a los ojos, sonrío y me rajo el cuello de un lado al otro.

lunes, 20 de agosto de 2012


Bullets of Redemption 

Capítulo 4

Relamo mis dedos cubiertos de sangre y nata, el sabor es raro: dulce y metálico, un sabor gris y morado que suaviza mi garganta a su paso.
Agarro la mochila y meto en ella los apuntes de todas las asignaturas junto a dos cajetillas de tabaco, salgo por la puerta de la casa y emprendo mi camino hacia el instituto. Llego antes de mis previsiones, aún está amaneciendo, así que espero sentado en la puerta metálica de éste fumando un cigarro. Apoyo mi cabeza entre los barrotes, enciendo mi iPod, suena It Never Ends de Bring Me The Horizon. Subo el volumen y cierro los ojos. Cuando los abro de nuevo me cercioro de la cercanía del sol a las nubes, del naranja amanecer, me parece bonito, incluso conmovedor.
Se aproxima hablándome una compañera de clase, no tengo demasiada relación con ella, no me disgusta ni tampoco me atrae su compañía.
-Eh, ¿qué haces aquí tan temprano? ¿Cómo llevas el examen de filosofía? –Sigo con los cascos puestos, mirando el cielo, sin embargo sé lo que ha dicho y no por haberla escuchado, sino por intuición, ¿para qué iba a hablar conmigo si no es para preguntarme por los exámenes? Siempre es por eso.
-I’ve said it once, I’ve said it twice, I’ve said it a thousand fucking times. That I’m ok, that I’m fine, that It’s all just in my mind. –Le contesto a la misma vez que lo escucho por el auricular, mirándola fijamente a los ojos.
-Ah, claro, sí. Yo estoy super agobiadísima, ¡me quiero morir por dios! Segundo de Bachillerato me va a matar y selectividad aún más… –No contesto y espero que piense que no la oigo.
¿Morir? ¿De verdad estudiar es algo como para plantearlo? Si es así debería hacer algo, no voy a dejarles sufrir de ése modo… ¿No?
Decidido a hacer algo me levanto del suelo, cigarro en los labios, mochila al hombro y comienzo a caminar hacia la carretera. La casa de mis abuelos está unas manzanas más abajo, puede que ellos no estén, si están… Bueno, mejor que no estén. Tropiezo un par de veces, me duele el corte del pie, no sé por qué, lo de la cara fue peor y ni siquiera lo noto… Como si no existiese. Llego a casa de mis abuelos, es una casa baja y antigua con una puerta grande de madera vieja muy resistente, extiendo mi brazo y cojo la llave de entre dos tejas, la introduzco en la cerradura y caigo de rodillas al suelo. Otra vez la misma sensación de dolor, otra vez el mismo rayo atraviesa mis ojos y dejo mi cuerpo.
Tengo imágenes borrosas, se entrecortan por barras negras difusas, me veo a mí mismo de frente, con la vieja escopeta de mi abuelo cargada y apuntando a mi profesora de filosofía. Bang. La gente grita. Oigo más gritos, cierro la puerta del aula. Bang. Bang. Bang. Recupero la consciencia unos segundos.
-Eh, esperad, que no me quedan cartuchos a mano. –Digo riendo y abro mi cartera. Sabía lo que causaría la frase y dos chicos de mi clase se abalanzan sobre mí. Mal, ha sido un fallo por su parte…
Vuelvo a perder mi cuerpo, saco un cuchillo considerablemente grande del bolsillo de la cartera y le destrozo la cara de un corte al de la derecha que cae al suelo agonizante, con sus manos en la testa patalea y grita. El de la izquierda, no recuerdo siquiera su nombre, se apoya en la mesa temblando, se ha meado encima…
-Sácate la polla. –Le digo.
-¡¿Q…Qué?! –Dice tragando saliva y cerrando los ojos.
-Ya me has oído, sácatela o te la saco yo. –Me hace caso y se baja los pantalones. No es fácil decir que no a alguien que te está amenazando con un cuchillo. Le agarro por la polla y le recojo los huevos con el resto de la mano.
-¡¿Qué me vas a hacer, déjame marchar por favor, por qué, por qué?! –Grita entre sollozos llorando como un puto bebé.
-Ahora verás lo que te voy a hacer. –Digo y al terminar corto sus genitales aún húmedos por la orina derramada. Por supuesto os podéis imaginar la reacción: se fue bailando sevillanas. Ah no, eso fue en la tele… Él se puso a gritar como un poseso, cómo no, al fin y al cabo tiene que doler… Empuño bien mi cuchillo y con la mano torcida atravieso fuertemente su sien de un solo golpe. Puedo ver asomar la punta del cuchillo por la otra parte de la cabeza. 

martes, 31 de julio de 2012

Bullets of Redemption

Capítulo 3

Estoy tirado en el suelo soñando a los pies de mi cama, sentado. Vuelvo a estar en el hospital, el sueño trascurre diferente, mi madre tiene la cara sumida en la oscuridad, no consigo ver su rostro. Estoy inmóvil en la cama y una fuerte ansiedad ataca mi pecho, lloro y respiro atacadamente. Las uñas de mi madre son negras, largas y afiladas, bajan por mi mejilla hundiéndose en mi carne. Como si de lágrimas se tratase las gotas de sangre bajan desde mi mejilla hacia el lado, llegan a mi nariz. Sigue bajando, rasgando mi piel, noto cómo se clava su uña en mis encías. Agarra mi cara y sus ojos se iluminan, únicamente sus ojos, de un color rojo amenazante, abre mi boca apretando e introduce su dedo en mi boca, rajando mi lengua, como si la estuviese partiendo. El dolor era insoportable hasta para mí, hacía incisiones en mi boca, por todos y cada uno de los milímetros de ésta. La sangre inundaba mi garganta. Despierto sudando en el suelo, tengo la camiseta acartonada por el vómito y estoy sudando, me siento indefenso, desprotegido y siento frío. Enciendo un cigarrillo de uno de los tantos paquetes de mi cajón, lo sujeto entre mis manos temblorosas y me quito la camiseta, me desnudo y me levanto. El humo me molesta como agujas en la boca, limpio lo que parecen babas de mi boca y cuando giro la cabeza para salir del cuarto veo mi imagen en el espejo del armario. Me llevo las manos a la cara, me acerco incrédulo y me observo anonadado. Ya, ya está, tenía un moco. No, es coña, tengo la cara rajada de arriba hacia abajo por mi mejilla, sangre seca por mi cara, abro la boca y tengo la lengua con cortes, no demasiado profundos. Escupo en el suelo desde la garganta y cuelga por mi barbilla un gran chorro de sangre, limpio los restos con la mano y quito el pestillo de la puerta. No hay nadie despierto a estas horas, mi padre se fue a trabajar de madrugada y mi madre está en la cama durmiendo. Abro la nevera y me siento en el suelo. Observo, solo miro, nada más. Durante mi estancia fuera de mi cabeza, embelesado mirando la luz del frigorífico, un rayo de dolor atraviesa mi cabeza comenzando por mi ojo y acabando en mi recién estrenada cicatriz. Vuelvo a mi estado de nirvana, no siento nada, no estoy en mi interior, no soy yo y durante unas horas no soy capaz de domar mi cuerpo. Una falta de aire me hace sobresaltarme tragando aire como si fuese mi último aliento. Estoy en la habitación de mis padres, llevo un bote de nata frío en mi mano izquierda y un cuchillo ensangrentado en la derecha. El sol no ha salido aún y la luz de una farola se inmiscuye por los agujeros de la persiana iluminando el cuerpo inerte de mi madre. ¿Estará muerta? Puede ser. Enciendo la luz y miro detenidamente la escena: llego en los últimos segundos, por lo visto… Su cara está llena de sangre que brota de su mejilla derecha, aún parpadea y durante un espasmo desprende de su boca a borbotones sangre, sangre y más sangre. ¿Lo habré hecho yo? Y qué si lo he hecho yo, al fin y al cabo ella lo hizo ayer conmigo. Dejo caer el cuchillo que sin querer me corta en el pie. No le doy importancia, al fin y al cabo solo es sangre. Me acerco y me siento a su lado, paso mi mano por su frente, pongo mi dedo en su boca y le susurro: Duérmete. Salta una lágrima de sus ojos y yo sonrío. El mismo rayo de antes atraviesa mi ojo esta vez más fuerte que antes. Echo nata montada sobre sus ojos abiertos y salgo del cuarto para prepararme la mochila, hoy hay instituto y tengo exámenes. Joder, estoy en 2º de Bachillerato, tengo muchas cosas que hacer…

viernes, 27 de julio de 2012


Bullets of Redempion

Capítulo 2

El bar está casi vacío esta tarde y no tengo nada que hacer ni nada que pensar. Estoy tras la barra haciendo como que limpio las botellas de alcohol barato en las estanterías de cristal. Entra una pareja, la primera y probablemente última de la tarde así que decido divertirme un poco.
-Hola, buenas tardes, ¿nos pone un Nestea? Y… ¿Tú qué quieres cariño? –Pregunta la mujer a su acompañante.
-Una cerveza. –Dice él.
Continúo limpiando las botellas de espaldas a los clientes mientras que ellos siguen intentando que les haga caso. Oigo como se ponen furiosos y la chica pide marcharse al chico y éste me llama gilipollas y me pide una hoja de reclamaciones. Por lo visto están muy enfadados. Con la mirada al suelo me giro contoneando mi cuerpo a modo de baile y me hago el sorprendido al verles en la barra. Comienzo a mover mis manos como si fuese realmente sordo y observo la cara del chico, joder, se está sintiendo como el culo ahora mismo, lo puedo observar en sus gestos.
-Vaya… Perdone, no sabíamos que era usted sordo. –Dice la chica en voz alta.- ¡Nestea! ¡Neeesteeeaa!
-María por dios, es sordo, no te va a escuchar.
Empiezo a hacer como si me superase la situación, intentando hacer como que hablo, sudo y veo que ellos se están apurando.
-Gracias, nos tenemos que ir, perdón por las molestias. –Dice el chico.
Salen por la puerta y el bar queda de nuevo vacío, me río tanto que acabo golpeando mi cabeza contra la barra. Me siento en el suelo a ver si se me pasa el dolor y me sigo riendo a grandes carcajadas. Sin duda lo repetiré con el próximo cliente… Tras media hora de espera llega un hombre mayor, de unos sesenta años, le recibo con un saludo levantando mi mano y con una serie de gestos inventados, me mira extrañado y comienza a mover las manos. Hostia puta, que éste si sabe hablar con el lenguaje de signos, mi cara tiene que ser mítica en estos momentos.
-¿Eres sordo? –Dice a la vez que mueve las manos. Yo asiento.
Le sirvo una Coca Cola y un plato con almendras, me paga y recibe una llamada al teléfono. Por lo visto un familiar suyo está en el hospital.
-¿Tienes hora? –Me dice con las manos y en voz baja.
-Las seis y media. Mierda…
-¿¡Tú no eras sordo!?
-Nananananana. –Grito yo cogiendo la manguera del lavaplatos y mojándole la camisa al viejo.
-¿Pero qué coño haces? ¡Quiero la hoja de reclamaciones! –Dice dirigiéndose a la puerta y gritando.
-¡Vete de aquí subnormal! –Le digo lanzando la botella de Coca Cola hacia su posición.
Me daba lástima, el pobre con familia en el hospital y yo aquí riéndome de él. No, es broma. Que le follen, me importa una mierda.
Cierro la puerta del bar y la vuelvo a abrir cinco minutos antes de que venga mi jefe, mientras tanto me acuesto en una mesa y enciendo un cigarro. Antes de que se consuma al completo agarro un dardo de la diana y mirándome en el cristal de la barra, cigarro en los labios, atravieso el lóbulo izquierdo de mi oreja con la punta del dardo. La oreja me sangra y noto como palpita, el agujero es considerablemente grande en comparación a los normales, agarro una botella de Jack Daniels e ingiero más de un cuarto de ésta. Mi jefe llega, me pregunta por la oreja yo bostezo y niego con la cabeza.
Salgo por el callejón de atrás, cierro la puerta y me pongo a mear en una esquina. Cuando acabo de mearme prácticamente casi todo el pantalón, me dirijo a mi casa con dos cigarros en la boca, aprieto el cartón contra mi frente y lo dejo caer al suelo mientras ando. Me fumo ambos cigarros sin prisa, meto el humo en mi boca y lo dejo salir un poco para inspirarlo por la nariz, eso hace que me maree aún más. Subo las escaleras y toco el timbre a pesar de llevar la llave de casa en la cartera. Abre la puerta mi abuelo con una sonrisa que tarda poco en huir de su rostro.
-Dios mío hueles fatal, ¿de dónde vienes?
-Trabajo. –Articulé como pude esa palabra, fue un esfuerzo a premiar.
-Deberías ducharte, te esperaremos para cenar.
No le respondo y miro al entrar a la izquierda, en la mesa del salón se encuentran sentados mis familiares más cercanos, tíos, abuelos, primos y mis padres, claro está.
“Hola” quería decirles, sin embargo lo único que salió de mi boca fue vómito, vómito y más vómito. Impasible, recupere el aliento y lleno de vómito anduve unos pasos hasta mi cuarto, cerré la puerta con el pestillo y me tiré al suelo, agarré los cascos para no oír como mi familia me llamaba desde el otro lado de la puerta y me inmiscuí en mi propio mundo por unas horas. Feliz cumpleaños mamá. 

jueves, 26 de julio de 2012


Bullets of Redemption

Capítulo 1

Definición de redención: resultado de redimir o librar a alguien de una mala situación o dolor.

Despierto tumbado, mi cuerpo pesado descansa boca abajo. Respiro a bocanadas cortas, mi cabeza está girada mirando hacia la derecha y mi madre acaricia mi pelo desde una silla contigua a la cama. Sus manos son suaves y a la vez ásperas, su anillo de oro liso pasa por mi frente y le devuelve unos instantes de frescor que se desvanece con el movimiento de su mano. Lleva las uñas más cortas de lo normal y sus dedos huelen a tabaco de una manera sutil que para nada me molesta.
La sala está iluminada por unas luces fluorescentes de neón que reflejan un halo de luz blanco sobre el suelo encerado. No puedo distinguir nada en la distancia, las sábanas me dificultan un poco la visión y hay cortinas verdes alrededor, de todas formas creo que la única luz encendida en la sala es la mía.
-Duérmete.- me dice en voz baja mi madre.
Le hago caso, cierro los ojos e intento recordar qué hago yo en un hospital y por qué no puedo moverme. Comienzan a aparecer imágenes en mi cabeza: soy apenas un crío de unos seis, siete años. Un hombre, tiene el pelo tapado con esa especie de gorrito que llevan los cirujanos, sujeta una aguja considerablemente larga en sus manos y me explica que a pesar de ser tan grande no notaré nada. Unta mi espalda con una crema templada e introduce la aguja en mi columna. Tenía razón, no noto nada, intento parecer más fuerte de lo que soy pensando en cómo reaccionará mi madre al ver que he sido mayor y no he derramado ni una lágrima, que soy capaz de soportar esto y más, pero no puedo, cae una lágrima por mi mejilla y no por el dolor, sino por la situación. Me siento solo en la sala y todo lo que está pasando es superior a mis fuerzas, lloro un poco y el nudo que tengo en mi garganta no desaparece hasta que el doctor me dice que me tumbe boca abajo. Noto como mueven la camilla y me dejan en una sala a oscuras. Cuando despierto mi madre está allí a mi lado.
-¿Desde cuándo dices que sueñas esto? –Me pregunta apuntando cosas en su cuaderno.
-Desde que tengo diez u once años creo… Probablemente antes. ¿Qué cree usted que puede significar?
-Aún no lo sé, puede ser que algún tipo de trauma infantil… ¿Es siempre lo mismo? Es decir, ¿siempre pasa lo mismo?
-Si, hay veces en las que hay una enfermera ayudando al cirujano en la punción lumbar y veces en las que estoy solo con él.
-Entiendo… El tiempo por hoy ha terminado, quiero que vuelva el martes que viene a las 18.00, ¿puede?
-Claro, sin duda.
Salgo del psicólogo sin un rumbo fijo, me siento inquieto y un poco estúpido, ¿de verdad serviría de algo esto de ir al psicólogo? Me siento tonto por haberle contado ése sueño a alguien, probablemente creerá que estoy loco o simplemente que tengo mucha imaginación y tiempo libre…
Paso por el supermercado y compro una caja de cereales, subo a mi casa justo encima de éste. Tiro la mochila en la entrada y saludo a mi madre, que está hablando por teléfono en el sofá, me dice que es el abuelo y pregunta cómo estoy. “Jodido y a la sombra” digo para mis adentros y no le respondo. Agarro los pantalones grises de chándal que dejé por la mañana en el suelo del cuarto. Aún tengo la caja de cereales en la mano, me dirijo a la cocina y abro la nevera, no queda leche, veo unos cuantos zumos de piña, los echo en un bol y me lo llevo a mi habitación. No es leche pero me servirá. Me siento en mi puff, enciendo el televisor y mirando a la nada devoro uno a uno cada copo de avena imaginando como agonizan en mi boca aplastados por mis dientes. Termino la matanza, apago la tele, coloco unos cascos sobre mi cabeza, enciendo el iPod y suena un Blues. Enciendo un cigarro y hago resbalar mi culo hasta prácticamente el suelo. Cierro los ojos y empiezo a imaginar que soy un gangster, o un asesino a sueldo y que hoy ha sido un día realmente duro en mi trabajo, que he matado a cuatro prostitutas por robarle la coca a mi jefe, no antes de violarlas. Puedo imaginar sus ojos al dispararles entre ceja y ceja, lo mejor es oír cómo te piden que las dejes vivir. La escena me hace disfrutar y corto ese pensamiento tan rápido como puedo, joder, estoy como una puta cabra…
Apago el cigarro sobre la parte superior de mi rodilla y noto como el calor y un fuerte hilo de dolor recorre mi pierna derecha. Me gusta la sensación de dolor que eso produce, cojo unos calzoncillos más o menos limpios del suelo y me voy a la ducha, en media hora tengo que irme a trabajar. Trabajo por las tardes en un bar y por las mañanas estudio. Estoy cursando 2º de Bachillerato y me costeo yo mismo el psicólogo, no quiero que mis padres lo sepan y crean que tienen un hijo con problemas mentales. Prefiero que sigan pensando que me voy de putas todos los martes, al fin y al cabo no me pueden decir nada, es mi dinero.
Paso de largo sin mirarme en el espejo y me meto en la ducha con la ropa puesta, abro la llave del agua caliente, noto como el agua me quema por la barbilla. La camiseta y el gris pantalón, que ahora torna negro por estar empapado, se adhieren a mi cuerpo de una manera molesta que me agobia, me quito la camiseta y me hago inconscientemente hacia adelante para evitar el ardor en mi espalda, me quito los pantalones y noto un peso muerto en el bolsillo derecho: el móvil. Abro la mampara de la ducha y con la misma inexpresividad de siempre lanzo el móvil y le doy una patada reventándolo contra la pared. Salgo muy mareado y angustioso del agua, me apoyo casi sin sentido sobre el lavabo y abro el grifo del agua fría, inundo mi cabeza bajo éste y me río. 

lunes, 7 de mayo de 2012


Capítulo 17

Llego a casa y le pido a la gente que me dejen a solas con mi madre.
-No, por favor… Dime que no era él... Dime que no era tu hermano. –No le contesto y eso hace que ella se derrumbe y rompa a llorar desconsolada y es normal... Su marido y uno de sus hijos han muerto muy recientemente para ella, justo ahora que se estaba recuperando de su primera pérdida la muerte de mi hermano le llega como un jarro de agua fría avisándole de que esto es la vida y nos jode a todos.
-¡Eh, no! ¡No puedes venirte abajo! Te lo prohíbo, ahora tienes un nieto que cuidar y yo voy a estar ahí siempre, sin falta. No puedes volver a como estabas hace unos meses. –Se recompone un poco y se da cuenta de que tengo razón en lo que digo.
Pasa un día y tras mucho dialogar y convencer a gente conseguimos quedarnos con Carlos, vamos todos al entierro de David pero nadie llora excepto mi madre. Los padres de Marina están allí también y me sorprende el valor que tienen de venir al entierro del hombre que ha matado a su hija, en el fondo se alegran porque esté siendo enterrado, pero es un mensaje para mi familia, un mensaje que nos une a pesar de las circunstancias: Carlos.
Pasan unos días más y Thomas y yo decidimos apurar nuestro tiempo juntos. Salimos a cenar, hacemos todas las cosas que no habíamos hecho hasta ahora por quedarnos a dormir juntos todas las noches, que no es tiempo desperdiciado ni de coña vamos. Bree y Edu son más felices incluso que nosotros, son la pareja perfecta, es decir, lo que todos esperarían en una película: el chico guapo con la chica guapa y saltan chispas. Aparte de su belleza natural se quieren por su forma de ser y lo demuestran cada vez que se ven, en cada esquina, en cada puerta, a cada paso que dan, vamos… Que lo demuestran hasta demasiado.
Quedan dos días para que Thomas se vaya a Alemania y estamos Edu, Bree, Tom y yo comprándole ropa a Carlos en el centro comercial. Cuando vamos a pagar la ropa que hemos cogido, echamos la vista atrás y vemos a Edu y Bree sujetando una camiseta de bebé y sonriendo.
-Como se os pase por la cabeza la mera idea de que Bree, por accidente o sin ser un accidente se quede embarazada os mato a los dos. –Les digo cuando me acerco.
Volvemos a casa y le probamos la ropa a Carlos que está aún más adorable que nunca. Tomo un baño de espuma en mi aseo fumando un poco y escuchando You know I’m no good  de Amy Winehouse y una larga lista de canciones suyas. Me planteo seriamente mi vida sin él mientras los cigarrillos van consumiéndose poco a poco entre mis dedos, uno tras otro. Supongo que estaría triste un par de meses, sin que se me notase, por supuesto. Después empezaría a salir con alguna chica cualquiera del trabajo y podría crear una familia, sería infeliz pero es lo que hacemos todos los humanos. Salgo de la bañera y me quito la espuma de mi cuerpo con la toalla mientras sostengo entre mis labios un cigarro, lo apago y lo tiro al váter. Antes de salir del baño me echo por encima un poco de felicidad de bote, es decir, falsa, intentando tapar la amargura que sustenta mi alma estos momentos. Y ahí voy, infeliz pero mostrando mi mejor sonrisa, a meterme en la misma cama que él cuando sé que ésta será nuestra última noche. Me tumbo pasivo a su lado dándole la espalda, es solo el roce de su dedo bajando por mi columna el que me hace romper en mil pedazos y llorar.
-Eh, eh, no quiero que llores.
-Para ti es fácil, eres guapo, podrás encontrar a otro que te quiera. Yo me tendré que conformar con alguna del trabajo y seguro que es fea. –Digo hablando como un niño pequeño cuando tiene un berrinche.
-El caso es que yo no quiero encontrar a nadie que no seas tú. Si me esperas yo te esperaré por siempre. Te lo juro.
-Sabes que lo haré, el problema es que tú no lo harás.
-Si, si lo haré. Por ti si.
La noche se me pasa enseguida y llega la mañana. Me levanto antes que él y voy a la tienda a comprar donuts de chocolate para que se despierte por lo menos de buen humor. Cuando vuelvo a casa los pongo en una bandeja con un zumo de sandía en el centro (había pensado ponerle una rosa, pero, ¿qué hay mejor que un zumo de sandía?) y se lo subo a la habitación. Le despierto y mira asombrado la montaña de donuts que hay en la bandeja.
-Anoche estuve trabajando hasta tarde y he conseguido reconstruir las doce fábricas que se incendiaron, ¿sabes? Me han dado esto como recompensa. –Le digo mostrándole una sonrisa y ocultando mi tristeza, cada minuto que corre me voy muriendo un poco más por dentro.
Desayunamos juntos por última vez le ayudo a preparar la maleta.
-¿Me acompañarás al aeropuerto?
-No puedo, tengo que arreglar unos papeles para el trabajo. –Mentira.
-Ah bueno... –Los siguientes minutos son muy incómodos y nadie habla hasta que llegan las despedidas.
Bajamos con las maletas al piso de abajo y estaban Susanne, Eric, Bree y el resto de mi familia para despedirse. Hay llantos, hay risas, abrazos, besos…
-Como vuelva de Alemania y tenga otro sobrino te corto los huevos. –Le dice a Edu antes de irse y éste se ríe.
Estamos ambos en el portal, Thomas y yo, ahora toca nuestra despedida, la peor de todas.
-¿Me esperarás? –Comienza Tom.
-Por supuesto que lo haré… Te echaré mucho de menos, ¿lo sabes no?
-Y yo a ti corazón… ¡Ah espera! –Dice y se mete corriendo a la casa, cuando vuelve trae consigo el peluche de corazón, el de las babas, el original.
-¿Es para mí?
-Si, quiero que te lo quedes tú. –Le beso poniéndole mi mano sobre su cuello, el corazón de peluche se interpone entre nuestros cuerpos y derramo una lágrima que moja nuestros rostros aún juntos al oír el coche que viene a recogerle.
-Te quiero.
-No más de lo que yo te quiero a ti. –Concluye cerrando la puerta del coche.
Nuestras miradas se siguen la una a la otra en lo que el vehículo recorre una corta distancia y perdemos el contacto.
Y después de todo, de todos mis sueños seguías siendo sólo tú.
Afuera llueve y una gotera moja mi almohada vieja. Vale, es mentira, no llueve, hace un sol del carajo y calculo que estaremos cercanos a los 40 grados, pero llueve en mi interior dejando caer el rocío de mil sueños sobre mis mejillas.
¿Y ahora qué, qué se supone que debo hacer si he perdido la razón de mi existencia y con ella todas las ganas de vivir? Tantos planes que no se cumplirán… Mi ojos claros estará subiéndose a un avión en cosa de una hora quizás dos y yo estoy aquí tirado en la cama llorando. ¡NO! No me da la gana, me digo a mí mismo.
 -Tú, si, tú, el que está escribiendo esto ahora mismo. Sé que puedes leer lo que estoy diciendo y hacer que Tom vuelva a mi lado. –Grita al cielo Diego.
-¿Me estás hablando a mí, Diego? –Digo yo.
-Si, haz algo ahora mismo y tráeme a Thomas a mi lado, es una orden.
-¿Orden? Yo te he hecho ser quien eres, no puedes exigirme nada, si quiero ahora mismo puedo hacer que el aeropuerto explote. –Eso hace que Diego recapacite.
-Está bien… Lo primero es lo primero, tú sabes quién soy y me conoces a la perfección, pero yo no sé nada de ti. ¿Cómo te llamas?
-Juan Antonio. –Le digo.
-Vale, Juan Antonio… ¿Por qué te empeñas en alejar a Thomas de mí? Sabes que eso no le va a gustar a los lectores.
-Es lo que tengo que hacer Diego, no voy a escribir el típico romance que dura para siempre… Por una vez quiero que una de mis historias no acabe de una manera feliz.
-Que no sea ésta por favor… Ya sé, te daré todos mis zumos de sandía, es lo mejor que puedo ofrecerte.
-Mira ves, eso me va gustando más. Realmente me da pena… Me he esforzado tanto para que seáis tan felices para estropearlo todo ahora... Abre la puerta, tienes visita. –Le digo.- Como este final no le guste a la gente vuelvo y os mato a todos, que lo sepas. Ah, mis zumos de sandía los quiero.
-No defraudará a nadie y tranquilo, los tendrás. –Dice con una sonrisa en la cara bajando las escaleras.
Diego corre todo lo rápido que puede y abre la puerta justo unos segundos antes del sonido del timbre, se abalanza sobre Thomas y le tira sobre su maleta comiéndoselo a besos. Si no llega a ser Thomas y es el cartero, por ejemplo, me hubiese reído mucho de la situación pero en fin, con los zumos de sandía no se juega. 

domingo, 6 de mayo de 2012


Capítulo 16

Repaso mentalmente lo que ha dicho una y otra vez y no me veo por ningún lado en sus planes. Él sabe que no puedo dejar a mi familia tirada aunque mi madre se encuentre ahora mejor. Un momento, las becas no se dan de una semana a la otra…
-¿Desde cuándo lo sabes?
-Un mes y medio, casi dos meses… No sabía cómo decírtelo.
-¿Has pensado en lo que eso supone? Te quedan tres años de carrera.
-Por eso quiero que vengas conmigo.
-Sabes que no puedo hacer eso Thomas.
-¡Si puedes, lo que pasa es que no quieres venir conmigo! –Me grita.
-No puedo dejar a mi familia tirada para irme contigo por más que lo desee. ¿Por qué coño has aceptado la puta beca joder? Si no me has dicho nada antes es porque no te importa lo que piense.
-Sabes que no es eso. Necesito esa beca y necesito estudiar fuera, necesito ser alguien en un futuro. ¡¿Tanto te cuesta entenderlo?!
-Entiendo a lo que te refieres… Perdón por ser menos que tú por trabajar en un supermercado y no tener una carrera universitaria. –Dicho esto me dirijo a mi habitación a toda prisa para que no vea que estoy llorando. Él me sigue y se queda en la puerta sin poder pasar, la he cerrado con pestillo y ahora estoy tirado en la cama con la almohada sobre la cabeza que ahoga mis gritos por la rabia de perderle.
-¡Diego, Diego abre la puerta joder! No dejes que esto acabe así… Diego… –Oigo un golpe y le escucho llorar, probablemente esté apoyado en la puerta, no lo sé.- Te quiero Diego… Te quiero…
Unos minutos después puedo oír como baja las escaleras y cierra la puerta de la calle. Se ha ido… Ya no está… Nunca creí que nuestra relación tuviese fecha de caducidad y así es, una semana, solo una semana más en el mismo país y vamos a estar peleados…
Apenas unas horas después de la discusión escucho llamar a la puerta, bajo corriendo, debe de ser él, seguro que ahora abro la puerta y me dice que no se va, que se queda conmigo y que vamos a estar juntos para siempre. Abro la puerta con la mayor sonrisa del mundo y al ver lo que espera en el portal cambia totalmente mi rostro.
-Necesito ayuda… –Suplica Marina con lo que parece ser mi sobrino en brazos.
-Dios, pasa ahora mismo… ¡Tu cara! –Le habían hecho un destrozo en la cara, probablemente David, tenia las mejillas hinchadas y un hilo de sangre proveniente de sus labios, de la parte izquierda.
-Necesito que te quedes con él, cuídale por favor… No puede criarse con tu hermano y conmigo, si tu hermano se entera que he salido me volverá a pegar y creo que esta vez será la última.
-Pero… Yo no puedo hacerme responsable de un niño recién nacido Marina. Quédate aquí con mi madre y conmigo.
-Vendrá Diego, tu hermano vendrá a buscarme lo sé… –Y así era, pocos segundos de decir esto llaman a la puerta.
-Marina, tranquilízate, escúchame: sube al cuarto de mi madre y quédate con ella, ¿vale? Y por lo que más quieras deja al niño con mi madre, David nunca se atrevería a tocarle un pelo a ella. –Marina asiente y sube corriendo las escaleras. Llamo a Edu para que venga a casa por lo que pueda pasar, él está en casa de Bree. Comienzan a pegarle patadas a la puerta y yo abro.
-¿Dónde está? –Pregunta David agresivo.
-¿Dónde está quién? ¿O te refieres a dónde está tu orgullo, tu dignidad y todas las cosas que estás perdiendo al volver a esta casa?
-No juegues con fuego enano. –Dice tambaleándose, está colocado y no poco.- Vengo a por Marina y el niño, se van a venir conmigo.
-Sabes tú que no David…
-Eso habrá que verlo. –Me dice empujándome contra la puerta y dirigiéndose escaleras arriba.
-¿Sabes qué? Cuando a papá le dio el primer infarto ni siquiera preguntó por ti. No le importabas nada, ni a él ni a nadie le has importado nada nunca. –Esto hace que su furia se desate, está bajando las escaleras y me golpea contra la pared.
-¡Mentira! ¡Eso es mentira! –Me grita con lágrimas en los ojos.
-Lo mismo que dijiste tú hace unos meses te digo yo ahora: eres débil y no llegarás a ser nadie nunca. –Golpea mi barriga dejándome tirado por el suelo prácticamente inconsciente.
-Marina baja ahora mismo, no me obligues a subir. –Grita desde abajo y Marina sale rápidamente del cuarto de mi madre y se presenta a su lado.- ¿Dónde está el niño?
-Carlos se queda aquí.
-¿Cómo dices?
-Que Carlos se queda aquí, con tu madre. –Dice levantando la voz que se ve apagada por un bofetón suyo que la tira justo a mi lado. Me siento tan inútil al no poder hacer nada… El golpe me ha dejado sin fuerzas y no puedo ni levantarme. David la agarra por la cabellera y la arrastra hasta la puerta, ella intenta huir y él le vuelve a pegar esta vez más fuerte. Antes de irse con Marina vuelve a donde me encuentro y me pega patadas en la cabeza y en el estómago. Pierdo el conocimiento y solo escucho gritos, alaridos de una mujer pidiendo ayuda retumban en mi cabeza y lo siguiente que veo es a Tom llorar. Sobre mí cae una de sus lágrimas mojándome la cara. Ignoro lo que Thomas me dice, me incorporo y subo las escaleras un poco aturdido. Consigo llegar al cuarto de mi madre y me tumbo en la cama sujetando a Carlos en mis brazos. Es el niño más bonito que he visto hasta ahora: tiene una gran cantidad de pelo negro, las mejillas rosadas y los ojos de su madre. Bueno, los de su madre no, él tiene dos y su madre otros dos, yo me refiero al color que es el mismo que el de los ojos de su madre. Lo junto contra mi pecho y lo muevo durante un rato hasta que cierra los ojos y yo los cierro con él. Despierto horas más tarde aferrado a él, esta vez acompañado de mi familia: mamá está acostada a mi lado, Edu a los pies de la cama y Tom sentado en una silla. Todos duermen mientras que yo me incorporo un poco y despierto a Thomas.
-Lo nuestro se ha acabado ¿verdad?
-No si tú no quieres Diego…
-Sabes que estaría contigo para siempre… Pero Alemania está demasiado lejos.
-No quiero que lo dejemos…
-Entonces quédate.
-Si me quedo tendría que pagar el doble de la beca y es una beca de tres años Diego… No tenemos dinero para pagarla.
Dejo a Carlos sobre la cama aún dormido y bajo a tumbarme en el sofá. Enciendo el televisor para que no me oigan llorar y lo veo en las noticias: “Hallada muerta una pareja en su domicilio, por lo visto el marido le asestó una brutal paliza hasta matarla y después cogió todos los medicamentos que vio a su alcance para suicidarse”.
Un grito sordo sale de mis entrañas y recorre por mi cabeza la idea de la muerte de Marina por mi culpa, si hubiese ido a auxiliarla cuando ella pidió ayuda… Puede que no sean ellos… No pueden ser ellos, David no puede haber matado a Marina. No pueden estar muertos. Llaman al timbre, abro la puerta y es la policía, vienen a buscarme para identificar el cuerpo de mi hermano. Despierto a mi familia y les digo lo que ocurre, quieren acompañarme y yo no les dejo, soy yo el que se debe ocupar de esto ahora soy yo el padre de familia… Subo al coche y me llevan al depósito de cadáveres donde me encuentro con los padres de Marina. Entro a ver si el cuerpo que descansa en la camilla metálica era el de mi hermano y así es. Está exactamente igual que siempre solo que más amarillo y un poco más muerto.
Tras mucho rogar a la policía me dejan entrar a ver a Marina con el consentimiento de sus padres, a los que les cuesta dejarme pasar por ser hermano de quien soy o más bien lo era. Quitan la sábana que la cubría y yo aparto la vista rápidamente para después volver a mirar. Dios… La ha destrozado yo no creía que fuese Marina hasta que sus padres más tarde me lo confirmaron. La habían reconocido por una mancha de nacimiento en su hombro izquierdo, si llegan a tener que reconocerla solamente por la cara hubiesen dicho que ésa no era su hija. El forense nos dice que tras los primeros golpes le quebró el cuello y murió al instante aunque David siguió pegándole después de muerta. 

Capítulo 15

Después de comer tarta y abrir los regalos conseguimos que nos dejen un poco a solas. Eric y Susanne se van a casa acompañados de Edu y Bree, que duermen allí esta noche y mamá está acostada. Esperamos media hora o así viendo la tele en el sofá y subimos a nuestra habitación.
-Siéntate en la cama. –Le ordeno. Busco en el cajón inferior del armario los lubricantes y los condones y me pongo los dos botes entre los dedos de la mano derecha y la caja de preservativos en la izquierda.
-¿Así que ése era mi regalo eh?
-¿Te gusta?
-Me encanta, pero más me gustas tú. Ven aquí tigre. –Me dice descargando el peso de su cuerpo sobre sus brazos ahora tras su espalda.
Tiro las cosas que ocupan mis manos sobre la cama y me abalanzo sobre Tom que sigue con sus brazos en la misma posición y yo estoy encima suya besándole locamente, le agarro por la fina corbata que rodea su cuello cuando cesan sus besos por unos segundos, atrayéndole hacia mí pidiendo más. Comienzo a desnudarle: le quito la camisa y paro, no puedo seguir quitándole la ropa porque me invade la necesidad de besarle sin parar, se ha convertido en una necesidad vital para mí en estos momentos y es que, si no le beso me falta el aire. Se termina de desabrochar la camisa y yo me quito mi camiseta, me levanto y me desnudo completamente. A él le cuesta quitarse los pantalones, ya que aún sigue sentado sobre el borde de la cama y se los quito yo aprovechando mi situación para besar cada uno de los rincones de su cuerpo empezando desde abajo. Volvemos a nuestra posición inicial solo que ahora Tom rodea mi espalda con sus brazos para que no me caiga de espaldas.
-¿Vamos? –Dice él cogiendo un preservativo para dármelo.
-Si, pero hoy te toca a ti. –Me mira extrañado hasta que le devuelvo el condón.
-¿Estás seguro de esto?
-Si, bueno, no pero si, ¿entiendes? –El se ríe.
-¿Entonces me lo pongo o no?
-¡Si! Pero échale lubricante, si puede ser el bote entero mejor. –Se vuelve a reír esta vez más fuerte.
-¿Preparado?
-¡No! –A Tom le da igual, me agarra por el culo y me levanta sobre él. Aún estamos como al principio: al borde de la cama.
-Venga, que no es nada. –Me dice levantándome un poco más.
-Que sepas que esto se puede considerar como una violaci… –Por unos segundos se me nubla la vista por el dolor y me pierdo en otro mundo hasta que me rescata uno de sus besos. Empiezo a disfrutarlo hasta que se levanta de la cama conmigo aún encima poniéndome contra el armario de enfrente de la cama, ahí me asusta bastante la posibilidad de caerme, por lo que me agarro como puedo con las piernas a su alrededor y mis brazos rodeando su cuello. No se cómo ni cuándo pero nos encontramos de nuevo en la cama, ahora estoy debajo suya, ambos disminuimos el ritmo y terminamos prácticamente a la vez.
-¿Cómo he estado? –Interviene Thomas después de unos minutos de silencio.
-Te has ganado unas doce fábricas de donuts de chocolate para mañana bien temprano.
-¡Uah! ¿Para mí solito? –Dice poniendo voz lastimera y haciendo el tonto.
-Si, para ti solito. –Le afirmo dándole un golpecito con los dedos en la nariz.
-Voy a ducharme cielo. –No le contesto y observo como sale del cuarto desde la cama con cara de satisfacción.
A la mañana siguiente me despierta el olor a café desde el piso de abajo, la habitación está llena de rayos de sol que se cuelan por mi ventana y me rodea una fina sábana azul. Tom debió de taparme anoche cuando volvió de la ducha. Está a mi lado despierto y se pone a jugar con mi pelo.
-Buenos días, ¿y mis fábricas de donuts?
-¿No te lo he contado? Me llamaron anoche cuando estabas en la ducha, se han incendiado todas. –Digo en tono jocoso y a la vez con voz de sorpresa.
-¡¿Las doce?!
-Si, así es, ¿una tragedia verdad?
-Y que lo digas, menos mal que pude salvar uno para traértelo y que desayunes conmigo. –Dice mostrándome la bandeja que hay en la mesilla.
-¿Piensas comértelos? ¡Ahora que no quedan casi fábricas es el momento de conservarlos y venderlos como reliquias, nos haremos ricos!
-Imbécil que eres.
-Ya pero tú me quieres.
-Y tu a mí también.
-Vaya, ¿aparte de guapo eres brujo? –Le pregunto.
-Si y también se saltar a la pata coja.
-No es posible… ¡Tengo el novio más listo del mundo! –Digo no pudiendo parar de reír.
-¡Si si, mira! –Dice saltando de la cama, se sujeta la pierna derecha con la mano izquierda por detrás de la espalda y con la mano derecha tras su cuello comienza a pegar saltos hasta que pierde el equilibrio y se cae al suelo. No puedo reír más, hasta mi madre sube al cuarto a ver si había pasado algo grave y se ríe conmigo al ver la imagen de Thomas en el suelo.
-Sois de lo que no hay… –Nos dice y se va de nuevo con una sonrisa en la cara.
-Sabes, aún no me has dado los buenos días. –Le digo mientras se levanta del suelo y se tumba a mi lado en la cama de nuevo.
-Buenos días. –Dice él besando mi frente. Yo esperaba que besase mis labios por lo que el beso en la frente me sorprende y me agrada incluso más.
Me visto rápido y pego un par de bocados a mi desayuno, cojo un zumo de la nevera y me lo bebo de camino al coche. Llego tarde al trabajo, espero que nadie se dé cuenta. Trabajo en un gran supermercado y nada más llegar, el encargado me dice que pase a su despacho. No pueden despedirme y menos ahora que estábamos consiguiendo algo de estabilidad económica.
-Siéntate Diego. –Lo hago e intento disimular un poco el dolor, joder, que incómodo, ésta a Thomas se la devuelvo.
-¿Pasa algo Óscar? –Óscar es el encargado y por lo tanto mi jefe, es mucho mayor que yo pero a pesar de su edad se conserva bastante bien. Es pelirrojo y tiene el pelo corto, es delgado y lleva un pendiente en la ceja y otro en la oreja izquierda. Para ser mi jefe me llevo bastante bien con él, siempre me ha tratado como a un igual y ha sido muy simpático y considerado con mi situación actual.
-Seré rápido: estás despedido.
-¡¿Qué?!
-Que no que es broma, el que se va soy yo y quiero que ocupes mi puesto. –Le miro con una cara de asco impresionante por lo que me había dicho anteriormente.
-¿Cómo que te vas? ¿Y eso?
-Si, me han ofrecido un puesto mejor en otra empresa y antes de irme me han pedido que elija a mi sustituto.
-¿Me has elegido a mí? Vaya… Lo que has hecho por mí no tiene precio…
-Si lo tiene y puedes pagar en efectivo, con tarjeta de crédito o en favores sexuales. Tú eliges.
-¿Si o qué? –Digo y ambos nos reímos.- Te voy a echar de menos tío…
-Lo sé, es normal: soy la hostia. Hay veces en las que yo también me echo de menos a mí mismo. –Volvemos a reír y me muestra las cosas que debo hacer en mi nuevo puesto de trabajo.
Llego a casa tarde después de estar intentando aprenderlo todo y estoy muerto de cansancio, me tiro en el sofá y Tom viene y se sienta en el sillón de al lado.
-Hola mi amor, tengo una buena noticia. –Digo con la mano en la frente.
-Yo también tengo una noticia, no sé si buena o mala, pero tú primero.
-Me han ascendido, ahora soy el encargado.
-¡Vaya eso es genial!
-¿Y cuál es tu noticia?
-Me han dado una beca para terminar mis estudios en Alemania. Me voy la semana que viene… 

sábado, 5 de mayo de 2012


Capítulo 14

El tiempo se detiene, hay gente que me da la mano, se apoyan sobre mí y sueltan un par de lágrimas, me dan el pésame y yo permanezco ahí inerte, mirando a todos lados y a ninguna parte. No muestro dolor alguno, ¿para qué? Mi padre no lo querría así y yo tampoco puedo derramar ninguna lágrima, no porque no me duela su muerte, es únicamente que no me sale… Aún no me lo creo. Debo ser fuerte por mi familia y por él. David no se ha presentado en el entierro ni le he visto desde nuestra última pelea, aunque tampoco quiero verle.
Pasan los segundos, los minutos, las horas… Los días y las semanas, también los meses. Las cosas han cambiado bastante, Tom vive con nosotros en casa y me ayuda con todo lo que puede, él sigue estudiando ahora en la universidad y yo dejé de estudiar cuando terminé 2º de Bachillerato. Mamá cayó en una profunda depresión de la que aún estamos intentando sacarla y yo trabajo todo lo que puedo para sacar a mi familia adelante. Edu ha cambiado mucho desde entonces: ahora es mucho mas responsable y me ayuda con las cosas de la casa, intenta animar a nuestra madre y trabaja los fines de semana con Bree en un restaurante.
Hoy es el cumpleaños de Thomas y sus padres vienen a cenar, la nevera no está para tirar cohetes así que me decido por ir a comprar algo para hacer una cena especial. Cojo el coche y voy camino del supermercado. Cuando llego saco un carrito de la compra y voy repasando la lista en mi cabeza, leche, huevos, harina, azúcar y otras muchas más cosas para la tarta. Para la cena carne, pescado y una gran variedad de salsas. Cuando voy por uno de tantos pasillos, miro el carro haciendo un repaso a la lista para saber las cosas que me faltan por comprar y choco contra otro carro levantando la vista.
-David, ve a arrancar el coche, yo termino de comprar las cosas. –Dice Marina sin apartar la vista de mí. Vaya… David está muy delgado y consumido sin duda por las drogas, su cara ahora amarillenta deja ver unas marcas de delgadez en su rostro. Marina tiene un ojo amoratado y la barriga abultada. Está embarazada y por lo visto, a punto de parir.
-¿Te lo ha hecho él? –Le pregunto cuando David se va.
-¿Él qué, el crío o lo del ojo?
-Ambas cosas. –Baja la mirada al suelo y eso me sirve para saber que así es.
-No a todo el mundo le va tan bien como a ti Diego…
-¿Bien? Tú no sabes por lo que he estado pasando. ¿Cuándo sales de cuentas?
-Debería haberlo hecho ya, llevo dos días de retraso.
-He de irme, aún tengo muchas cosas que hacer…
-Vale… Espero verte pronto.
-Sé que es posible que me arrepienta de lo que voy a decir y que puede causarte problemas iguales o peores que lo del ojo… Pero, las puertas de mi casa están abiertas para ti y para mi futuro sobrino.
-Lo tendré en cuenta…
Sigo mi camino intentando que lo que había visto no me afectase mucho más, hoy es un día feliz y lo seguirá siendo. Compro las demás cosas y pasando por la caja compro un par de lubricantes de sabores y una caja de preservativos. Ya en el coche no puedo evitar imaginar de nuevo la cara de Marina, lo que eran unos preciosos ojos que volvían loco a cualquiera ahora están apagados. Llego a casa y subo a mi cuarto a coger ropa limpia para después de bañarme y cuando estoy dentro de la bañera entra Tom.
-Creo que voy a terminar de bañarme y me voy a acostar pronto, sin cenaaaar ni nada, tampoco voy a hacer nada especial hoy, total, solo es un día más sin importancia. –Digo yo riéndome.
-Ya, yo creo que tampoco voy a hacer gran cosa hoy, voy a estar tooooda la noche durmiendo, como los nenes buenos. –Dice él haciendo muecas con la cara.
-Bueno, pues entonces no te doy tu regalo de cumpleaños.
-¿Tienes un regalo para mí? –Dice levantando la ceja conociendo por donde van los tiros mientras que se quita los pantalones.
-Si, ven que te lo doy. –Le digo metiéndole en la bañera aún con la camiseta puesta. Ahí nos besamos y nos quedamos tumbados contándonos nuestras cosas. Estoy a sus espaldas y el tiene la cabeza apoyada sobre mi hombro derecho mientras tenemos las manos cogidas sobre su pecho.
-¿Así que está embarazada eh…?
-Si…
-¿Y es de tu hermano? ¿Seguro?
-Yo también lo dudé un poco por la forma de ser de Marina… Pero deberías haberla visto Thomas… Estaba aterrada.
-Hiciste bien en ofrecerle ayuda… ¡Es que eres un sol! –Me dice girando la cabeza para que le bese.
-Era lo que tenía que hacer… Al fin y al cabo es nuestro futuro sobrino.
-Tienes razón… –Dice suspirando.
-Bueno amor, yo tengo que salir ya y preparar la cena y arreglar un poco el salón.
-Yo me voy a quedar un poquito más. –Dice él y cuando estoy saliendo del agua y voy a coger la toalla se acerca por detrás y me da un mordisco en la nalga izquierda.
-¡Eh! –Grito yo dando un salto sobre mi posición, me giro y Tom está riéndose a más no poder dentro de la bañera. Ágilmente extiendo mi brazo y repizco su pezón derecho dejándole dolido y riéndose aún más todavía.
Los padres de Tom y Bree ya han llegado y esta se va a la habitación de Edu dejándome a solas con mis suegros.
-¿Cómo está tu madre Diego? –Pregunta Susanne.
-Pues está un poco mejor, enseguida baja, se estaba vistiendo creo. Voy a ver.
Subo a su cuarto y estaba delante del espejo con un vestido floral muy alegre que le compramos en uno de sus cumpleaños cuando éramos más pequeños. Recuerdo que estuvimos David, Edu y yo ahorrando meses para regalárselo.
-Vaya, estas guapísima.
-Bueno, hoy es un día especial, tengo que ir guapa, ¿verdad?
-Por supuesto. Eric y Susanne están abajo, ¿te importaría estar con ellos mientras yo termino de preparar las cosas?
-Claro que no, son un encanto. –Dice sonriendo. Hacía un largo tiempo que no la veía sonreír y esto hace que éste día sea aún más especial.
La cena está preparada así que subo a ver si Edu, Bree y Thomas están listos. Primero llamo a Thomas y ambos vamos a la habitación de Edu. Él se cambió de habitación poco después de echar a nuestro hermano de casa porque ésta es más grande y tiene más espacio para estar con Bree. De ser la selva que era cuando la ocupaba mi hermano David se ha transformado digamos a un pequeño jardín con muchas flores de colores. Tiene toda, absolutamente toda la habitación llena de fotos suyas con Bree. Entramos sin llamar y Bree estaba encima de Edu besándole, ambos con la ropa puesta y tenía sus manos sobre las costillas de éste.
-¡Bree! –Grita Thomas desde el umbral de la puerta.
-¡Uah! –Exclama Bree cayéndose de lado y dando de bruces contra el suelo.
-¡¿De qué vais?! –Nos replica Edu desde la cama.
-La cena está lista, bajad ya a comer. Bueno Edu, tú espérate a que se te baje primero lo que tienes entre las piernas. –Digo riéndome muy fuerte.
-¡Vete a la mierda Diego! –Me dice sonrojándose desde la cama y tapándose el notable bulto de sus pantalones con un cojín.
Tom y yo bajamos las escaleras riendo y nos detenemos a mitad de éstas.
-Oye, tu crees que mi hermana y tu hermano ya…
-No sé, puede ser. Lo más seguro es que si.
-Dios… ¡Mi hermana pequeña!
-No te pongas así, el sexo es vida y además, nosotros éramos iguales o peores, es más, aún lo somos. –Digo riéndome.
-No teníamos que haber entrado así Diego.
-Tu hermana ya lo hizo una vez, digamos que ella nos ha devuelto el trauma que le causamos.
-No me acordaba. –Dice Tom riendo.
Nos sentamos todos a la mesa excepto Bree y Edu que tardan un poco más en bajar y cuando Edu se sienta en la mesa levanta la vista y se encuentra con la mía. Reímos y él se pone colorado. La cena va genial y concluye con la tarta que había preparado antes con un 19 encendido en el centro.
-Tienes que pedir un deseo. –Le digo cuando terminamos de cantarle. Las velas aún encendidas sobre la tarta iluminan los ojos de Thomas en la penumbra de la sala. Sin apartar la vista de mí tuerce los labios y apaga las velas y noto el calor de su boca contra la mía. Encienden la luz entre aplausos y nos encuentran en pleno beso, ambos sonreímos aún con nuestros labios juntos y los demás nos observan embobados por la felicidad del momento. 

jueves, 3 de mayo de 2012


Capítulo 13

Llego al instituto y no veo a Tom por ningún lado, tampoco me empleo a fondo en buscarle mucho, nos toca clase juntos a primera hora. Entro a clase antes de que toque el timbre y me siento en el fondo, justo unos minutos después viene él.
-Hola amor. –Le digo con una gran sonrisa en la cara.
-Hola cariño. –Me dice él apoyando las manos en la mesa se reclina un poco y me da un beso. Deja la mochila en la silla y se sienta en la silla quejándose.
-¿Estás bien?
-Si pero me has dejado que no me puedo ni sentar. –Me dice susurrando a mi oído. Dios, mi cara en éste momento debe ser mítica. Es una mezcla entre sorpresa, risa y satisfacción. Definitivamente me río un poco. Bueno, un poco no, bastante.
-¿Has dormido bien?
-Si y me he despertado aún mejor, me gustó mucho tu detalle, uno no siempre tiene el placer de desayunar en la cama. ¿Y tú, que tal has dormido?
-Pues… No he dormido mucho que digamos, he pasado la noche en el hospital con mis padres. –Me pregunta que qué pasó y yo se lo explico todo con pelos y señales.
-Espero que se recupere pronto Diego… ¿Puedo pasarme esta tarde y llevarle una caja de bombones o algo?
-Claro, creo que le dan el alta este mediodía… ¿Quieres quedarte a comer?
-Me encantaría. –Dice sonriente y ahí queda la conversación por ahora, ya que la clase empezó hace tiempo y no estábamos atendiendo ninguno de los dos.
Pasan las horas y tengo otra vez clase con Tom a última hora, justo antes tengo laboratorio con Marina… Me cuesta despedirme de Thomas en el segundo recreo pero al final lo consigo, le doy un pequeño besito y me voy para el laboratorio. La clase se hace insoportable, Marina no deja de hablarme y yo hago caso omiso a sus palabras. Tiro aposta unos cuantos tubos de ensayo vacíos al suelo para que la profesora me eche de clase y dejar de escuchar a esa imbécil. Salgo al patio y me escondo por donde puedo a fumar unos cigarros. Suena el timbre y yo corro hacia la entrada de la siguiente clase para un poco de cariño.
-Eh, ¿has estado fumando?
-¿Yo? No… –Dicho esto me mira con cara de incredulidad.
-Sabes que no deberías fumar…
-Ya lo sé, pero bueno, déjame, no es nada serio. No tenía nada que hacer y me he terminado el paquete.
-¿Te has fumado el paquete entero?
-¡Hoy no! Le quedaban unos pocos.
Terminan las clases y Tom y yo bajamos las calles agarrados de la mano hasta llegar a la puerta de mi casa donde la suelta.
-No pasa nada. –Le digo cogiéndole la mano de nuevo. Abro la puerta y saludo a mi familia desde la entrada, creo que están todos en el salón.
-¿Dónde dejamos las mochilas?
-En mi habitación, ven conmigo. –Subimos las escaleras y le enseño mi habitación.
-Vaya… Me gusta mucho tu cuarto. –Dice mientras se sienta en la cama y pega unos botes.
-Ya lo he comprobado yo Tom, el colchón no hace ruido. –Le digo y me río. Dejamos las mochilas tiradas por mi habitación y bajamos al salón. 
-¡Hola! –Dice Thomas cuando entra. Mi familia le saluda y se sienta en un sofá.
-Hoy Tom come con nosotros, ¿no os importa no?
-¡Pues claro que no! –Dice mi madre.
-¿Cómo se encuentra hoy señor Ros?
-Me encuentro mejor… Y por dios, no me llames señor Ros, me hace parecer más viejo de lo que soy, llámame Carlos o papá si quieres, tú ya eres como un hijo para nosotros. –Lo que ha dicho mi padre me sorprende a mí y mucho más a Tom, que se sonroja. Vale que anoche cuando hablamos me diese su aprobación pero esto no me lo esperaba. Nunca había dicho nada parecido con ninguna de las chicas con las que salía que le presenté… Debe saber lo mucho que quiero a Tom y eso me alegra.
-Vaya… Gracias Carlos. –Dice él feliz.
-¡Bueno, vamos a comer! –Dice mamá.
-¿Y David?
-No lo sé… Me ha llamado diciendo que no iba a venir a comer y nada más… -Dicho esto nos dirigimos todos hacia la cocina.
Nos sentamos todos alrededor de la mesa de la cocina y lo que al principio era vergüenza en Thomas ahora se convierte en extroversión y pura alegría. Gasta bromas, se ríe, está como en casa y eso me hace mucho más feliz de lo que he sido en mucho tiempo. Terminamos de comer y subimos a mi habitación donde nos tumbamos un rato a ver la tele en la cama. Ponen una película penosa y nos reímos mucho de los actores y los efectos especiales de la película. De repente apago el televisor y empiezo una conversación.
-¿Cómo estuve ayer?
-Genial es poco. ¿Por qué? ¿Quieres repetirlo…? –Dice acercándose más aún en mi estrecha cama y deslizando su mano hasta rozar mis partes haciendo que el Soldado Fresh se despierte.
-Me encantaría, pero nos podrían escuchar… Además, tengo algo mejor para ti. –Digo levantándome y cerrando la puerta con pestillo.
-¿Ah si? ¿Una sorpresa…? –Me dice con una voz sensual que me hace reír. Me vuelvo a la cama y comienzo a besarle.
-Quítate la camiseta. –Obedece sin rechistar y comienzo a besarle suavemente por el cuello y deslizo mis manos hacia sus pantalones, suelto la correa, desabrocho el botón del pantalón y bajo la bragueta de éstos. Le quito los pantalones y se queda solamente vistiendo unos boxers naranjas. Sigo besándole por debajo del ombligo y le quito los boxers. Me detengo ante lo que me espera, cuando lo hicimos no me di cuenta de lo grande que era.
-No tienes que hacerlo si no quieres… 
-No es eso, es que… ¡Es enorme! –Él se ríe y yo continúo el recorrido de mis besos. La tengo entre mis manos y todavía sobra un trozo considerable. Comienza el espectáculo. Ni de coña me coge en la boca más de la mitad, pero a él parece gustarle y mucho, bueno, a mi me dan arcadas… Todo sea por amor.
-¡Para, para, para! –Me aparto y observo como termina. A pesar de haberlo hecho ayer se corre una cantidad considerable. Saco de mi escritorio unos cuantos pañuelos y él se limpia. Cojo sus boxers los estiro con dos dedos y se los tiro a la cara riéndome. La risa es tan fuerte que de moverme al reírme se gira la silla y no veo cuando Tom me tira la almohada. Termina de vestirse y oímos unos ruidos que provienen de la planta baja, son gritos y golpes.
-¡Que me des dinero joder! –Grita David a Edu mientras le sujeta por los hombros y le zarandea.
-¡Ya te he dicho que no tengo dinero!   
-¡Eh, eh! ¡Suéltale! –Grita Tom desde arriba. Para cuando está bajando las escaleras David ha golpeado tan fuerte a Edu que llora arrastrándose por el suelo y grita. Me sorprende lo lanzado que está Tom, es él el que ahora mismo mantiene contra la pared a mi hermano David con su antebrazo en la nuez de éste dejándole sin respiración.
-¡Tom, déjale! Yo me encargo. –Le suelta y David recupera la respiración mientras Thomas va a auxiliar a Edu.
-Vaya… La maricona ahora tiene huevos, ¿eh?
-¿De qué vas imbécil? ¿Vas colocado y quieres más verdad?
-Si, ¿supone eso algún problema para ti nenaza? –Intenta que le golpee y la verdad es que se lo está ganando, pero no, no aquí y menos con mi padre recién llegado del hospital.
-Vete de aquí David.
-No… Yo no me voy a ningún lado. –Mamá baja por las escaleras y se queda al lado de Edu y Tom.
-Vete por las buenas o me vas a obligar a echarte yo.
-¿Ah si? ¿Me vas a pegar para defender a tu novio y a tu hermano? –Hasta él mismo sabe ya que con Edu no tendrá posibilidades de arreglar las cosas, él mismo es el que se está echando de la familia.
-¡Parad por favor, vuestro padre no está bien!
-No puedes hacerme nada. No tienes cojones a tocarme. Y tu… Eres débil y no llegarás a ser nadie nunca. –Dice mirando a Edu que observa la escena desde el suelo aún. Lo que le ha dicho a mi hermano pequeño me afecta tanto que opto por escupirle en la cara. Le da justamente entre la nariz y la boca. Me siento mejor que si le hubiese pegado un puñetazo en el estómago, ya que, después de habérsela chupado a Thomas no me había lavado los dientes. Hecho esto me cruza la cara de una bofetada.
-Oh… La has cagado. –Le digo abalanzándome sobre él de un puñetazo en la barriga. Le pego y me devuelve los golpes. Me tira al suelo y comienza a pegarme, agarro su cabeza y le pego puñetazos. Mamá intenta separarnos y papá comienza a bajar las escaleras.
-¡Basta! ¡Basta! Bas… Basta… –Dice casi sin voz, con la mano en el pecho y cae redondo por las escaleras. Mi madre grita que llamemos a una ambulancia y mi padre no se mueve. Para cuando la ambulancia llega a casa papá no respira... Está muerto... Le hemos matado...
Capítulo 12

-Te quiero. –Le digo finalmente rompiendo nuestro letargo.
-No tanto como yo a ti. –Me dice Tom girándose completamente hacia mí, tomando aire por la nariz y soltándolo todo en un bostezo. Pobre… Lleva todo el día preparando esta sorpresa y debe estar cansadísimo.
-Vete a dormir un poco antes de que vengan Edu y Bree, yo recojo esto.
-Te diría que no pero estoy muy cansado, ¿te ocupas tú?
-Claro cielo. –Ambos estamos ahora en pie y seguimos desnudos, Tom se marcha hacia su habitación limpiándose los ojos para ver donde pisa.
Me pongo mis slips, enciendo las luces y comienzo a apagar velas de las estanterías y el suelo y a recoger pétalos. Una vez está todo limpio me permito descansar un poco en el sofá mientras me pongo la ropa. Resoplo un poco y me arreglo el pelo. Me como un par de fresas y dejo el resto en el frutero de la cocina. Con todo recogido voy a la habitación de Tom y veo que está durmiendo completamente. Bocabajo con una mano al lado de su cabeza y con la otra al lado de sus caderas desnudo. Espero que por lo menos se haya limpiado el pecho antes de acostarse… Le meto dentro de la cama y le tapo, pongo el peluche del corazón a su lado y salgo. Paso por la cocina de nuevo y cojo una bandeja de plástico roja y busco por los armarios, tienen que quedar, seguro… Ah, ahí están, cojo y abro un paquete. Voy con la bandeja a la habitación de Thomas que ronca en su cama, dejo la bandeja con un donut de chocolate en la mesita de noche y cojo su foto como recompensa. Me quedo en el salón viendo la televisión un rato hasta que llegan Bree y Edu, no quiero despertar a Tom con un beso, con el donut sabrá lo mucho que le quiero.
Edu y yo vamos camino a casa en el bus y me cuenta que han cenado en una pizzería, como él había planeado, estuvieron jugando a los bolos el resto de la noche y la dejó ganar y que después, llegaron de vuelta a casa cogidos de la mano.
-¿No la besaste?
-No, ¿crees que debí hacerlo? Pensé que era ir muy rápido…
-No sé, depende la chica que sea. Creo que ahora Bree lo esperará con más ganas.
Llegamos a casa y son las 22.56, casi las 23.00… No creo que la bronca sea muy grande. Entramos y no hay nadie en casa… Es muy raro. Les llamo, les llamo a todos por la casa y nadie me responde, me acerco a la cocina y en la nevera hay una nota: “Te he llamado miles de veces, cuando leas esto llámame voy con papá al hospital”. ¿Cómo que con papá al hospital? Miro todo lo deprisa que puedo el móvil y veo 17 llamas perdidas de mi madre, tenía el móvil en silencio… ¡Joder! La llamo y tarda un rato en responder.
-¿Mamá? ¿Qué pasa, está todo bien?
-No pasa nada, ha sido solo un susto, tu padre está bien.
-¿Pero qué le ha pasado?
-Un infarto.
-¡¿Qué?! Vamos para allá todo lo rápido que podamos.
-No, que vosotros mañana tenéis clases, de veras no es nada. Quedaos en casa y mañana nos veremos para comer.
-Está bien, como quieras… Dale un beso a papá de mi parte…
-Vale, yo se lo doy aunque te está escuchando, ¿quieres decirle algo?
-Recupérate pronto viejo. –Le digo riéndome un poco.
-Lo intentaré hijo. –Escucho desde el altavoz del móvil.
-¡Hasta mañana! –Digo colgando el teléfono.
Le explico todo lo ocurrido a Edu que, preocupado por nuestro padre quiere ir también a verle. No puedo hacer nada, él le tiene hasta más cariño que yo a nuestro padre… Edu jugaba con mi padre todas las tardes y lo hacían todo juntos desde que él era un crío. Mi padre le enseño a montar en bici, a jugar al basket y a hacer todas aquellas cosas que conmigo no hizo y para cuando quiso intentarlo no hubo vuelta atrás… Edu siempre ha sido el favorito y es normal, es el pequeño.
Cogemos un autobús de nuevo pero esta vez hacia el hospital que está bastante alejado de nuestra casa. He llamado a David muchas veces pero no da señales de vida y son casi las doce y media… Cuando llegamos al hospital es casi la una de la madrugada, entramos y preguntamos en la recepción el número de habitación de nuestro padre.
-Perdone, ¿podría decirnos en qué habitación está Carlos Ros Martínez?
-Esperen… En la 201, pero el horario de visita acabó hace ya mucho y no pueden entrar a verle.
-De acuerdo… Esperaremos entonces.
-¡Pero…! –Interrumpe Edu intentando decir algo, le corto pegándole un manotazo en la barriga. Pasamos a la sala de espera y cuando la recepcionista va a tomarse un café corremos por los pasillos hasta llegar al ascensor.
-Cuando estén hablando los mayores es mejor que te mantengas callado.
-No sabía que íbamos a colarnos.
-Pues ya lo sabes. –Digo riéndome.
Subimos a la segunda planta y buscamos la 201. Una vez la hemos encontrado entramos y allí está mi madre tumbada en uno de esos incómodos sillones de hospital, mi padre está en su camilla durmiendo.
-Os dije que no vinieseis, ¿dónde está David?
-No sé, en casa no… -Dice Edu hasta que yo le corto.
-Se ha quedado en casa durmiendo, no se encontraba bien. –Bastantes disgustos ha tenido mi madre hoy como para preocuparse por uno más. Edu me mira extrañado y yo me siento en la ventana.
-¿Cómo os lo habéis pasado hoy? ¿Qué habéis hecho?
-Nos lo hemos pasado genial, Edu y yo hemos ido al cine y a los recreativos. –Edu me vuelve a mirar esta vez con una cara de sorpresa aún mayor que la anterior, le miro y la consigue disimular.
-¿Qué película habéis visto? –Me dice mi madre continuando con el interrogatorio.
-Una de griegos... –Nunca mejor dicho.
-Ah bueno…
Mi padre se despierta y nosotros nos acercamos a abrazarle.
-¿Qué hacen aquí mis dos pequeños hombrecitos? –Verle tan débil me hace olvidar nuestros problemas, al fin y al cabo es mi padre…
-No sé, dímelo tú papá, ¿qué haces tú aquí? ¿Por cierto, cómo te ha pasado lo del infarto?
-Pues… Eh… Digamos que haciendo cosas de mayores. –Salta mi madre.
-¡DIOS, VALE! ¡No quiero oír más! –Digo y ambos nos apartamos de él riendo.
-Madre mía papá, ¿a tu edad y todavía se te levanta? –Dice Edu. Todos le miramos y nos reímos. Nadie se esperaba que el pequeño de la casa soltara eso.
-¿Nos podéis dejar solos un rato a Diego y a mí por favor? –Dice mi padre y yo me siento a su lado en la camilla mientras mamá y Edu salen.
-¿Qué quieres papá?
-Escucha hijo, sé que no he sido el mejor padre del mundo, he intentado criarte y educarte de la mejor manera posible…
-¿Me vas a echar la charla porque soy gay, papá?
-No hijo, ni mucho menos. Que seas gay, bisexual, heterosexual o lo que quieras ser no importa, lo único que importa es que tú seas feliz y si ese chico con el que estás te hace feliz yo no soy nadie para interponerme entre vosotros. Creo que he hecho un gran trabajo contigo, sin duda, si alguna vez os falto…
-No nos vas a faltar, así que cállate.
-Escúchame y cállate tú. Si alguna vez os falto quiero que seas tú el que cuides de la familia. –Me dice mi padre. Esto me viene grande, pienso yo. No soy lo suficientemente maduro ni responsable para cuidar de mamá y Edu y mucho menos de David…
-Papá… Está bien, lo haré…
-Estoy orgulloso de ti hijo.
-Te quiero papá.
-Y yo a ti. –En ese momento veo por su cara descender una lágrima e inconscientemente por mi cara resbala otra y le abrazo.
Salimos del hospital y la mujer de la recepción nos da una charla a nuestras espaldas mientras salimos. A eso de las 03.10 llegamos a casa y Edu se acuesta, yo me paso por la habitación de David a ver si ha llegado y así es. Está en su cama tumbado fumando porros.
-Me das asco. –Le digo y cierro la puerta, me grita algo pero no lo escucho, ya estoy dentro de mi habitación. Pongo la alarma del móvil y me duermo.