jueves, 1 de mayo de 2014

La agarró fuertemente con sus varoniles manos y la postró contra el cristal de la mesa. Rompió el envoltorio que anticipaba el placer con los dientes, y lo clavó hasta lo más hondo, lo sacó y observó unas gotas rojas que arrastró hasta sus labios para degustar su agria recompensa. Lo volvió a introducir, esta vez suavemente y se fijó en como se retorcía. Rápido la asió con sus manos para que no cayese y consiguió terminar su labor. Extrajo el tapón y se sirvió una copa de vino mientras encendía el televisor, sacacorchos en mano, y dispuesto a pasar una noche más con ella: la botella.