Segundo día consecutivo escribiendo una entrada...
Estoy que me salgo.
Será que me supera el paso de los acontecimientos, que no estoy preparado para pasar antes de estos.
Estoy girando sobre mí mismo,
buscando en mis espinas tus dolores.
Llenándome de los vacíos que me deja la gente al marchar.
Conociendo a más gente, repartiendo mi ser en pedacitos y quedándome sin ser, ni oír, ni dar, como dice Robe.
¿Qué es un amigo?
¿Quién es tu amigo?
Siento que mi pecho está lleno de humo.
No voy a reciclar amistades, no se me da tan bien olvidarme de la gente como se les da a ellos olvidarse de mí.
Sigo creándome y repartiéndome a cualquiera que quiera escuchar mis penas con un cigarro.
Sigo sin creerme que me quiero.
Sigo sin poder quererme porque no tengo pedacitos de mí para mí.
Solo soy un cobarde.
En lo más profundo de mi ser sé que seré y he sido un infeliz.
No es depresión que quiera estar en la cama día sí y día también...
Es tristeza.
Tristeza de empezar a conocerme y disgustarme en futuros inciertos.
No debería escribir esto para un blog público... Pero quien siente y se calla crea úlceras, y yo ya sangro demasiado arrancándome pedacitos para que me puedas entender mejor.
martes, 16 de junio de 2015
domingo, 14 de junio de 2015
Hay muchas cosas que no termino de entender.
Si alguna vez fui el mejor en algo, aún no sé qué se siente al serlo.
Si no lo he sentido, será que nunca he sido el mejor en nada.
Hay muchas piezas que no encajan en este puzzle inestable.
Las piezas que he ido cambiando de lugar no encajan entre ellas ni conmigo.
Y la mesa se tambalea, y el puzzle se desmorona.
Recojo pieza a pieza lo que solía ser e intento reensamblarme sin éxito aparente.
Parece que no termino de entender que mis esquinas no tienen colores, que tus piezas dibujan otoños en mis lamentos.
Junto más piezas y vislumbro el lugar donde solíamos gritar, una noche estrellada y regazos confortables;
dos sonrisas y una baraja de cartas españolas:
dos lágrimas,
diez euros,
el vaho de un cristal y tú detrás,
rodeada de flores.
Sigo construyendo el puzzle, más imágenes.
Una consulta,
dos lágrimas,
algo en el corazón de mi madre.
Una playa,
sangre en los ojos,
preocupaciones superficiales,
dos lágrimas,
una pieza.
Un caramelo en tus manos,
no te lo puse yo.
Una camisa,
una corbata
y un avión.
Otra playa,
un beso,
siete lágrimas.
Me falta el aire,
salgo corriendo
y viene detrás,
me acurruco en la esquina,
al lado de la manguera de incendios.
Lloro,
gimo,
dos lágrimas,
frío,
me falta el aire,
corro...
Mi madre,
la terraza,
un cigarro.
"Siempre habrá gente que no te acepte por como eres, no dejes que el abuelo te vea así"...
Dos lágrimas.
Me ahogo.
Dos lágrimas y un rio en mi interior que se seca.
Si nunca sabré lo que es ser el mejor, dejaré que el puzzle caiga una y mil veces.
Dos lágrimas...
Gritas...
El aire en mi espalda desnuda.
Siete y dos lágrimas,
desaparezco.
Si alguna vez fui el mejor en algo, aún no sé qué se siente al serlo.
Si no lo he sentido, será que nunca he sido el mejor en nada.
Hay muchas piezas que no encajan en este puzzle inestable.
Las piezas que he ido cambiando de lugar no encajan entre ellas ni conmigo.
Y la mesa se tambalea, y el puzzle se desmorona.
Recojo pieza a pieza lo que solía ser e intento reensamblarme sin éxito aparente.
Parece que no termino de entender que mis esquinas no tienen colores, que tus piezas dibujan otoños en mis lamentos.
Junto más piezas y vislumbro el lugar donde solíamos gritar, una noche estrellada y regazos confortables;
dos sonrisas y una baraja de cartas españolas:
dos lágrimas,
diez euros,
el vaho de un cristal y tú detrás,
rodeada de flores.
Sigo construyendo el puzzle, más imágenes.
Una consulta,
dos lágrimas,
algo en el corazón de mi madre.
Una playa,
sangre en los ojos,
preocupaciones superficiales,
dos lágrimas,
una pieza.
Un caramelo en tus manos,
no te lo puse yo.
Una camisa,
una corbata
y un avión.
Otra playa,
un beso,
siete lágrimas.
Me falta el aire,
salgo corriendo
y viene detrás,
me acurruco en la esquina,
al lado de la manguera de incendios.
Lloro,
gimo,
dos lágrimas,
frío,
me falta el aire,
corro...
Mi madre,
la terraza,
un cigarro.
"Siempre habrá gente que no te acepte por como eres, no dejes que el abuelo te vea así"...
Dos lágrimas.
Me ahogo.
Dos lágrimas y un rio en mi interior que se seca.
Si nunca sabré lo que es ser el mejor, dejaré que el puzzle caiga una y mil veces.
Dos lágrimas...
Gritas...
El aire en mi espalda desnuda.
Siete y dos lágrimas,
desaparezco.
domingo, 7 de junio de 2015
Recientemente se me dio la oportunidad de escribir
el prólogo para el libro de una amiga. Por motivos más que aparentes si eres
homosexual e intentas trabajar con un fanático religioso del Opus Dei, mi
prólogo fue desechado. No por la calidad de este, sino por una discusión en la
que se me sugirió que la homosexualidad tiene “cura”, o que si hubiese nacido
en Irán o Marruecos, ya estaría en la cárcel o muerto. Ante esta conversación
tan maravillosa tuve dos oportunidades: bajar las orejas y soportar que alguien
que no me acepta tal y como soy me haga cumplir mi sueño, pisando para ello mis
ideales y valores; o reclinar la propuesta de escribir el prólogo de mi amiga y
posteriormente un libro para la editorial de este… Señor.
Supongo que mi decisión está más que clara. Os
dejo aquí el prólogo que escribí para M.U.S.A, libro de poesía que ha
conseguido en unos pocos días llegar al número uno de ventas de poesía en
Amazon. Qué decir nada más que me alegro muchísimo por ti, María. Os dejo el
link para comprar el libro online: http://www.amazon.es/M-U-S-Mar%C3%ADa-Helio-ebook/dp/B00YXHBSOS/ref=sr_1_4?ie=UTF8&qid=1433550675&sr=8-4&keywords=kuicast
Espero que os guste el libro y espero que os
guste el prólogo que escribí para él. Disfruten.
“El amor es como el gas mostaza: lo sientes en
todos los poros de tu piel, te deshace por dentro… Y justo antes de morir,
consumido en ti mismo, ves una luz de esperanza que se apaga cuando te das
cuenta de que el amor no vuelve.
Ingenuos nosotros, humanos, que revoloteamos
alrededor de esa luz como polillas, asustados de acercarnos y aterrados de
alejarnos de ella. Que nos acercamos para cegarnos de claridad, cuando es
confusión, y al alejarnos en busca de una nueva luz, nos bañamos en la
oscuridad nítida de la soledad. Lloramos las tristezas que un día fueron falsas
alegrías, borramos los besos de nuestros labios, enjugamos nuestros recuerdos
en mangas, calzamos nuestra mejor sonrisa… Nos ponemos frente a la puerta,
dispuestos a enfrentarnos a otro día más, damos la vuelta y volvemos a llorar.
Ser quienes somos nos asusta y buscamos musas
para regalarnos los defectos en sus perfecciones ficticias, para bañar nuestros
sueños en sus profundos pozos de irrealidad. Buscamos ser quienes no somos,
buscamos reafirmar nuestros defectos y exaltar las perfecciones de quienes
creemos eternos, y efímeros vencen el paso del amor.
Nos encontramos ante una obra que actúa como
metáfora de la vida amorosa. El personaje que relata la historia es una persona
solitaria que vive sin vivir en ella.
En su pequeña fortaleza de papeles y plumas, vive con la incertidumbre de
desconocer si sus palabras dejarán huella, si alguien le recordará, si él se
recordará. Solo por el azar recupera nuestro personaje la ilusión por escribir
al encontrarse con quien él idealiza, su musa. Recobra su camino en la vida,
vuelve a escribir, a respirar la inspiración de Apolo, hasta que encuentra a su
musa en brazos de otro hombre.
Muchas gracias, María, por darme la
oportunidad de entrar al mundo editorial, a mi parecer, por la puerta grande.
Espero que sigamos trabajando juntos en nuevos proyectos,
Juan Antonio Álvarez Martínez”
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