domingo, 14 de junio de 2015

Hay muchas cosas que no termino de entender.
Si alguna vez fui el mejor en algo, aún no sé qué se siente al serlo. 
Si no lo he sentido, será que nunca he sido el mejor en nada. 
Hay muchas piezas que no encajan en este puzzle inestable.
Las piezas que he ido cambiando de lugar no encajan entre ellas ni conmigo.
Y la mesa se tambalea, y el puzzle se desmorona.
Recojo pieza a pieza lo que solía ser e intento reensamblarme sin éxito aparente.
Parece que no termino de entender que mis esquinas no tienen colores, que tus piezas dibujan otoños en mis lamentos.
Junto más piezas y vislumbro el lugar donde solíamos gritar, una noche estrellada y regazos confortables;
dos sonrisas y una baraja de cartas españolas: 
dos lágrimas,
diez euros, 
el vaho de un cristal y tú detrás,
rodeada de flores. 
Sigo construyendo el puzzle, más imágenes. 
Una consulta, 
dos lágrimas, 
algo en el corazón de mi madre. 
Una playa, 
sangre en los ojos, 
preocupaciones superficiales, 
dos lágrimas, 
una pieza. 
Un caramelo en tus manos, 
no te lo puse yo. 
Una camisa,
una corbata
y un avión. 
Otra playa, 
un beso, 
siete lágrimas. 
Me falta el aire, 
salgo corriendo
y viene detrás, 
me acurruco en la esquina, 
al lado de la manguera de incendios. 
Lloro, 
gimo, 
dos lágrimas, 
frío, 
me falta el aire, 
corro... 
Mi madre, 
la terraza, 
un cigarro. 
"Siempre habrá gente que no te acepte por como eres, no dejes que el abuelo te vea así"... 
Dos lágrimas. 
Me ahogo. 
Dos lágrimas y un rio en mi interior que se seca. 
Si nunca sabré lo que es ser el mejor, dejaré que el puzzle caiga una y mil veces. 
Dos lágrimas... 
Gritas... 
El aire en mi espalda desnuda.
Siete y dos lágrimas, 
desaparezco.

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