jueves, 26 de julio de 2012


Bullets of Redemption

Capítulo 1

Definición de redención: resultado de redimir o librar a alguien de una mala situación o dolor.

Despierto tumbado, mi cuerpo pesado descansa boca abajo. Respiro a bocanadas cortas, mi cabeza está girada mirando hacia la derecha y mi madre acaricia mi pelo desde una silla contigua a la cama. Sus manos son suaves y a la vez ásperas, su anillo de oro liso pasa por mi frente y le devuelve unos instantes de frescor que se desvanece con el movimiento de su mano. Lleva las uñas más cortas de lo normal y sus dedos huelen a tabaco de una manera sutil que para nada me molesta.
La sala está iluminada por unas luces fluorescentes de neón que reflejan un halo de luz blanco sobre el suelo encerado. No puedo distinguir nada en la distancia, las sábanas me dificultan un poco la visión y hay cortinas verdes alrededor, de todas formas creo que la única luz encendida en la sala es la mía.
-Duérmete.- me dice en voz baja mi madre.
Le hago caso, cierro los ojos e intento recordar qué hago yo en un hospital y por qué no puedo moverme. Comienzan a aparecer imágenes en mi cabeza: soy apenas un crío de unos seis, siete años. Un hombre, tiene el pelo tapado con esa especie de gorrito que llevan los cirujanos, sujeta una aguja considerablemente larga en sus manos y me explica que a pesar de ser tan grande no notaré nada. Unta mi espalda con una crema templada e introduce la aguja en mi columna. Tenía razón, no noto nada, intento parecer más fuerte de lo que soy pensando en cómo reaccionará mi madre al ver que he sido mayor y no he derramado ni una lágrima, que soy capaz de soportar esto y más, pero no puedo, cae una lágrima por mi mejilla y no por el dolor, sino por la situación. Me siento solo en la sala y todo lo que está pasando es superior a mis fuerzas, lloro un poco y el nudo que tengo en mi garganta no desaparece hasta que el doctor me dice que me tumbe boca abajo. Noto como mueven la camilla y me dejan en una sala a oscuras. Cuando despierto mi madre está allí a mi lado.
-¿Desde cuándo dices que sueñas esto? –Me pregunta apuntando cosas en su cuaderno.
-Desde que tengo diez u once años creo… Probablemente antes. ¿Qué cree usted que puede significar?
-Aún no lo sé, puede ser que algún tipo de trauma infantil… ¿Es siempre lo mismo? Es decir, ¿siempre pasa lo mismo?
-Si, hay veces en las que hay una enfermera ayudando al cirujano en la punción lumbar y veces en las que estoy solo con él.
-Entiendo… El tiempo por hoy ha terminado, quiero que vuelva el martes que viene a las 18.00, ¿puede?
-Claro, sin duda.
Salgo del psicólogo sin un rumbo fijo, me siento inquieto y un poco estúpido, ¿de verdad serviría de algo esto de ir al psicólogo? Me siento tonto por haberle contado ése sueño a alguien, probablemente creerá que estoy loco o simplemente que tengo mucha imaginación y tiempo libre…
Paso por el supermercado y compro una caja de cereales, subo a mi casa justo encima de éste. Tiro la mochila en la entrada y saludo a mi madre, que está hablando por teléfono en el sofá, me dice que es el abuelo y pregunta cómo estoy. “Jodido y a la sombra” digo para mis adentros y no le respondo. Agarro los pantalones grises de chándal que dejé por la mañana en el suelo del cuarto. Aún tengo la caja de cereales en la mano, me dirijo a la cocina y abro la nevera, no queda leche, veo unos cuantos zumos de piña, los echo en un bol y me lo llevo a mi habitación. No es leche pero me servirá. Me siento en mi puff, enciendo el televisor y mirando a la nada devoro uno a uno cada copo de avena imaginando como agonizan en mi boca aplastados por mis dientes. Termino la matanza, apago la tele, coloco unos cascos sobre mi cabeza, enciendo el iPod y suena un Blues. Enciendo un cigarro y hago resbalar mi culo hasta prácticamente el suelo. Cierro los ojos y empiezo a imaginar que soy un gangster, o un asesino a sueldo y que hoy ha sido un día realmente duro en mi trabajo, que he matado a cuatro prostitutas por robarle la coca a mi jefe, no antes de violarlas. Puedo imaginar sus ojos al dispararles entre ceja y ceja, lo mejor es oír cómo te piden que las dejes vivir. La escena me hace disfrutar y corto ese pensamiento tan rápido como puedo, joder, estoy como una puta cabra…
Apago el cigarro sobre la parte superior de mi rodilla y noto como el calor y un fuerte hilo de dolor recorre mi pierna derecha. Me gusta la sensación de dolor que eso produce, cojo unos calzoncillos más o menos limpios del suelo y me voy a la ducha, en media hora tengo que irme a trabajar. Trabajo por las tardes en un bar y por las mañanas estudio. Estoy cursando 2º de Bachillerato y me costeo yo mismo el psicólogo, no quiero que mis padres lo sepan y crean que tienen un hijo con problemas mentales. Prefiero que sigan pensando que me voy de putas todos los martes, al fin y al cabo no me pueden decir nada, es mi dinero.
Paso de largo sin mirarme en el espejo y me meto en la ducha con la ropa puesta, abro la llave del agua caliente, noto como el agua me quema por la barbilla. La camiseta y el gris pantalón, que ahora torna negro por estar empapado, se adhieren a mi cuerpo de una manera molesta que me agobia, me quito la camiseta y me hago inconscientemente hacia adelante para evitar el ardor en mi espalda, me quito los pantalones y noto un peso muerto en el bolsillo derecho: el móvil. Abro la mampara de la ducha y con la misma inexpresividad de siempre lanzo el móvil y le doy una patada reventándolo contra la pared. Salgo muy mareado y angustioso del agua, me apoyo casi sin sentido sobre el lavabo y abro el grifo del agua fría, inundo mi cabeza bajo éste y me río. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario