martes, 31 de julio de 2012

Bullets of Redemption

Capítulo 3

Estoy tirado en el suelo soñando a los pies de mi cama, sentado. Vuelvo a estar en el hospital, el sueño trascurre diferente, mi madre tiene la cara sumida en la oscuridad, no consigo ver su rostro. Estoy inmóvil en la cama y una fuerte ansiedad ataca mi pecho, lloro y respiro atacadamente. Las uñas de mi madre son negras, largas y afiladas, bajan por mi mejilla hundiéndose en mi carne. Como si de lágrimas se tratase las gotas de sangre bajan desde mi mejilla hacia el lado, llegan a mi nariz. Sigue bajando, rasgando mi piel, noto cómo se clava su uña en mis encías. Agarra mi cara y sus ojos se iluminan, únicamente sus ojos, de un color rojo amenazante, abre mi boca apretando e introduce su dedo en mi boca, rajando mi lengua, como si la estuviese partiendo. El dolor era insoportable hasta para mí, hacía incisiones en mi boca, por todos y cada uno de los milímetros de ésta. La sangre inundaba mi garganta. Despierto sudando en el suelo, tengo la camiseta acartonada por el vómito y estoy sudando, me siento indefenso, desprotegido y siento frío. Enciendo un cigarrillo de uno de los tantos paquetes de mi cajón, lo sujeto entre mis manos temblorosas y me quito la camiseta, me desnudo y me levanto. El humo me molesta como agujas en la boca, limpio lo que parecen babas de mi boca y cuando giro la cabeza para salir del cuarto veo mi imagen en el espejo del armario. Me llevo las manos a la cara, me acerco incrédulo y me observo anonadado. Ya, ya está, tenía un moco. No, es coña, tengo la cara rajada de arriba hacia abajo por mi mejilla, sangre seca por mi cara, abro la boca y tengo la lengua con cortes, no demasiado profundos. Escupo en el suelo desde la garganta y cuelga por mi barbilla un gran chorro de sangre, limpio los restos con la mano y quito el pestillo de la puerta. No hay nadie despierto a estas horas, mi padre se fue a trabajar de madrugada y mi madre está en la cama durmiendo. Abro la nevera y me siento en el suelo. Observo, solo miro, nada más. Durante mi estancia fuera de mi cabeza, embelesado mirando la luz del frigorífico, un rayo de dolor atraviesa mi cabeza comenzando por mi ojo y acabando en mi recién estrenada cicatriz. Vuelvo a mi estado de nirvana, no siento nada, no estoy en mi interior, no soy yo y durante unas horas no soy capaz de domar mi cuerpo. Una falta de aire me hace sobresaltarme tragando aire como si fuese mi último aliento. Estoy en la habitación de mis padres, llevo un bote de nata frío en mi mano izquierda y un cuchillo ensangrentado en la derecha. El sol no ha salido aún y la luz de una farola se inmiscuye por los agujeros de la persiana iluminando el cuerpo inerte de mi madre. ¿Estará muerta? Puede ser. Enciendo la luz y miro detenidamente la escena: llego en los últimos segundos, por lo visto… Su cara está llena de sangre que brota de su mejilla derecha, aún parpadea y durante un espasmo desprende de su boca a borbotones sangre, sangre y más sangre. ¿Lo habré hecho yo? Y qué si lo he hecho yo, al fin y al cabo ella lo hizo ayer conmigo. Dejo caer el cuchillo que sin querer me corta en el pie. No le doy importancia, al fin y al cabo solo es sangre. Me acerco y me siento a su lado, paso mi mano por su frente, pongo mi dedo en su boca y le susurro: Duérmete. Salta una lágrima de sus ojos y yo sonrío. El mismo rayo de antes atraviesa mi ojo esta vez más fuerte que antes. Echo nata montada sobre sus ojos abiertos y salgo del cuarto para prepararme la mochila, hoy hay instituto y tengo exámenes. Joder, estoy en 2º de Bachillerato, tengo muchas cosas que hacer…

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