-Te quiero. –Le digo finalmente rompiendo nuestro letargo.
-No tanto como yo a ti. –Me dice Tom girándose completamente
hacia mí, tomando aire por la nariz y soltándolo todo en un bostezo. Pobre… Lleva todo el día
preparando esta sorpresa y debe estar cansadísimo.
-Vete a dormir un poco antes de que vengan Edu y Bree, yo
recojo esto.
-Te diría que no pero estoy muy cansado, ¿te ocupas tú?
-Claro cielo. –Ambos estamos ahora en pie y seguimos desnudos,
Tom se marcha hacia su habitación limpiándose los ojos para ver donde pisa.
Me pongo mis slips, enciendo las luces y comienzo a apagar
velas de las estanterías y el suelo y a recoger pétalos. Una vez está todo
limpio me permito descansar un poco en el sofá mientras me pongo la ropa.
Resoplo un poco y me arreglo el pelo. Me como un par de fresas y dejo el resto
en el frutero de la cocina. Con todo recogido voy a la habitación de Tom y veo
que está durmiendo completamente. Bocabajo con una mano al lado de su cabeza y
con la otra al lado de sus caderas desnudo. Espero que por lo menos se haya
limpiado el pecho antes de acostarse… Le meto dentro de la cama y le tapo,
pongo el peluche del corazón a su lado y salgo. Paso por la cocina de nuevo y
cojo una bandeja de plástico roja y busco por los armarios, tienen que quedar,
seguro… Ah, ahí están, cojo y abro un paquete. Voy con la bandeja a la
habitación de Thomas que ronca en su cama, dejo la bandeja con un donut de
chocolate en la mesita de noche y cojo su foto como recompensa. Me quedo en el
salón viendo la televisión un rato hasta que llegan Bree y Edu, no quiero
despertar a Tom con un beso, con el donut sabrá lo mucho que le quiero.
Edu y yo vamos camino a casa en el bus y me cuenta que han
cenado en una pizzería, como él había planeado, estuvieron jugando a los bolos
el resto de la noche y la dejó ganar y que después, llegaron de vuelta a casa
cogidos de la mano.
-¿No la besaste?
-No, ¿crees que debí hacerlo? Pensé que era ir muy rápido…
-No sé, depende la chica que sea. Creo que ahora Bree lo
esperará con más ganas.
Llegamos a casa y son las 22.56, casi las 23.00… No creo que
la bronca sea muy grande. Entramos y no hay nadie en casa… Es muy raro. Les
llamo, les llamo a todos por la casa y nadie me responde, me acerco a la cocina
y en la nevera hay una nota: “Te he llamado miles de veces, cuando leas esto
llámame voy con papá al hospital”. ¿Cómo que con papá al hospital? Miro todo lo
deprisa que puedo el móvil y veo 17 llamas perdidas de mi madre, tenía el móvil
en silencio… ¡Joder! La llamo y tarda un rato en responder.
-¿Mamá? ¿Qué pasa, está todo bien?
-No pasa nada, ha sido solo un susto, tu padre está bien.
-¿Pero qué le ha pasado?
-Un infarto.
-¡¿Qué?! Vamos para allá todo lo rápido que podamos.
-No, que vosotros mañana tenéis clases, de veras no es nada.
Quedaos en casa y mañana nos veremos para comer.
-Está bien, como quieras… Dale un beso a papá de mi parte…
-Vale, yo se lo doy aunque te está escuchando, ¿quieres
decirle algo?
-Recupérate pronto viejo. –Le digo riéndome un poco.
-Lo intentaré hijo. –Escucho desde el altavoz del móvil.
-¡Hasta mañana! –Digo colgando el teléfono.
Le explico todo lo ocurrido a Edu que, preocupado por
nuestro padre quiere ir también a verle. No puedo hacer nada, él le tiene hasta
más cariño que yo a nuestro padre… Edu jugaba con mi padre todas las tardes y
lo hacían todo juntos desde que él era un crío. Mi padre le enseño a montar en
bici, a jugar al basket y a hacer todas aquellas cosas que conmigo no hizo y
para cuando quiso intentarlo no hubo vuelta atrás… Edu siempre ha sido el
favorito y es normal, es el pequeño.
Cogemos un autobús de nuevo pero esta vez hacia el hospital
que está bastante alejado de nuestra casa. He llamado a David muchas veces pero
no da señales de vida y son casi las doce y media… Cuando llegamos al hospital
es casi la una de la madrugada, entramos y preguntamos en la recepción el
número de habitación de nuestro padre.
-Perdone, ¿podría decirnos en qué habitación está Carlos Ros
Martínez?
-Esperen… En la 201, pero el horario de visita acabó hace ya
mucho y no pueden entrar a verle.
-De acuerdo… Esperaremos entonces.
-¡Pero…! –Interrumpe Edu intentando decir algo, le corto
pegándole un manotazo en la barriga. Pasamos a la sala de espera y cuando la
recepcionista va a tomarse un café corremos por los pasillos hasta llegar al
ascensor.
-Cuando estén hablando los mayores es mejor que te mantengas
callado.
-No sabía que íbamos a colarnos.
-Pues ya lo sabes. –Digo riéndome.
Subimos a la segunda planta y buscamos la 201. Una vez la
hemos encontrado entramos y allí está mi madre tumbada en uno de esos incómodos
sillones de hospital, mi padre está en su camilla durmiendo.
-Os dije que no vinieseis, ¿dónde está David?
-No sé, en casa no… -Dice Edu hasta que yo le corto.
-Se ha quedado en casa durmiendo, no se encontraba bien.
–Bastantes disgustos ha tenido mi madre hoy como para preocuparse por uno más.
Edu me mira extrañado y yo me siento en la ventana.
-¿Cómo os lo habéis pasado hoy? ¿Qué habéis hecho?
-Nos lo hemos pasado genial, Edu y yo hemos ido al cine y a
los recreativos. –Edu me vuelve a mirar esta vez con una cara de sorpresa aún
mayor que la anterior, le miro y la consigue disimular.
-¿Qué película habéis visto? –Me dice mi madre continuando
con el interrogatorio.
-Una de griegos... –Nunca mejor dicho.
-Ah bueno…
Mi padre se despierta y nosotros nos acercamos a abrazarle.
-¿Qué hacen aquí mis dos pequeños hombrecitos? –Verle tan
débil me hace olvidar nuestros problemas, al fin y al cabo es mi padre…
-No sé, dímelo tú papá, ¿qué haces tú aquí? ¿Por cierto,
cómo te ha pasado lo del infarto?
-Pues… Eh… Digamos que haciendo cosas de mayores. –Salta mi
madre.
-¡DIOS, VALE! ¡No quiero oír más! –Digo y ambos nos
apartamos de él riendo.
-Madre mía papá, ¿a tu edad y todavía se te levanta? –Dice
Edu. Todos le miramos y nos reímos. Nadie se esperaba que el pequeño de la casa
soltara eso.
-¿Nos podéis dejar solos un rato a Diego y a mí por favor?
–Dice mi padre y yo me siento a su lado en la camilla mientras mamá y Edu
salen.
-¿Qué quieres papá?
-Escucha hijo, sé que no he sido el mejor padre del mundo,
he intentado criarte y educarte de la mejor manera posible…
-¿Me vas a echar la charla porque soy gay, papá?
-No hijo, ni mucho menos. Que seas gay, bisexual, heterosexual o lo que quieras ser no importa, lo único que importa es que tú seas feliz y si ese chico con el que estás te hace feliz yo no soy nadie para interponerme entre vosotros. Creo que he hecho un gran trabajo contigo, sin duda, si alguna vez os falto…
-No hijo, ni mucho menos. Que seas gay, bisexual, heterosexual o lo que quieras ser no importa, lo único que importa es que tú seas feliz y si ese chico con el que estás te hace feliz yo no soy nadie para interponerme entre vosotros. Creo que he hecho un gran trabajo contigo, sin duda, si alguna vez os falto…
-No nos vas
a faltar, así que cállate.
-Escúchame y cállate tú. Si alguna vez os falto quiero que
seas tú el que cuides de la familia. –Me dice mi padre. Esto me viene grande,
pienso yo. No soy lo suficientemente maduro ni responsable para cuidar de mamá
y Edu y mucho menos de David…
-Papá… Está bien, lo haré…
-Estoy orgulloso de ti hijo.
-Te quiero papá.
-Y yo a ti. –En ese momento veo por su cara descender una
lágrima e inconscientemente por mi cara resbala otra y le abrazo.
Salimos del hospital y la mujer de la recepción nos da una
charla a nuestras espaldas mientras salimos. A eso de las 03.10 llegamos a casa
y Edu se acuesta, yo me paso por la habitación de David a ver si ha llegado y
así es. Está en su cama tumbado fumando porros.
-Me das asco. –Le digo y cierro la puerta, me grita algo
pero no lo escucho, ya estoy dentro de mi habitación. Pongo la alarma del móvil
y me duermo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario