jueves, 3 de mayo de 2012


Capítulo 13

Llego al instituto y no veo a Tom por ningún lado, tampoco me empleo a fondo en buscarle mucho, nos toca clase juntos a primera hora. Entro a clase antes de que toque el timbre y me siento en el fondo, justo unos minutos después viene él.
-Hola amor. –Le digo con una gran sonrisa en la cara.
-Hola cariño. –Me dice él apoyando las manos en la mesa se reclina un poco y me da un beso. Deja la mochila en la silla y se sienta en la silla quejándose.
-¿Estás bien?
-Si pero me has dejado que no me puedo ni sentar. –Me dice susurrando a mi oído. Dios, mi cara en éste momento debe ser mítica. Es una mezcla entre sorpresa, risa y satisfacción. Definitivamente me río un poco. Bueno, un poco no, bastante.
-¿Has dormido bien?
-Si y me he despertado aún mejor, me gustó mucho tu detalle, uno no siempre tiene el placer de desayunar en la cama. ¿Y tú, que tal has dormido?
-Pues… No he dormido mucho que digamos, he pasado la noche en el hospital con mis padres. –Me pregunta que qué pasó y yo se lo explico todo con pelos y señales.
-Espero que se recupere pronto Diego… ¿Puedo pasarme esta tarde y llevarle una caja de bombones o algo?
-Claro, creo que le dan el alta este mediodía… ¿Quieres quedarte a comer?
-Me encantaría. –Dice sonriente y ahí queda la conversación por ahora, ya que la clase empezó hace tiempo y no estábamos atendiendo ninguno de los dos.
Pasan las horas y tengo otra vez clase con Tom a última hora, justo antes tengo laboratorio con Marina… Me cuesta despedirme de Thomas en el segundo recreo pero al final lo consigo, le doy un pequeño besito y me voy para el laboratorio. La clase se hace insoportable, Marina no deja de hablarme y yo hago caso omiso a sus palabras. Tiro aposta unos cuantos tubos de ensayo vacíos al suelo para que la profesora me eche de clase y dejar de escuchar a esa imbécil. Salgo al patio y me escondo por donde puedo a fumar unos cigarros. Suena el timbre y yo corro hacia la entrada de la siguiente clase para un poco de cariño.
-Eh, ¿has estado fumando?
-¿Yo? No… –Dicho esto me mira con cara de incredulidad.
-Sabes que no deberías fumar…
-Ya lo sé, pero bueno, déjame, no es nada serio. No tenía nada que hacer y me he terminado el paquete.
-¿Te has fumado el paquete entero?
-¡Hoy no! Le quedaban unos pocos.
Terminan las clases y Tom y yo bajamos las calles agarrados de la mano hasta llegar a la puerta de mi casa donde la suelta.
-No pasa nada. –Le digo cogiéndole la mano de nuevo. Abro la puerta y saludo a mi familia desde la entrada, creo que están todos en el salón.
-¿Dónde dejamos las mochilas?
-En mi habitación, ven conmigo. –Subimos las escaleras y le enseño mi habitación.
-Vaya… Me gusta mucho tu cuarto. –Dice mientras se sienta en la cama y pega unos botes.
-Ya lo he comprobado yo Tom, el colchón no hace ruido. –Le digo y me río. Dejamos las mochilas tiradas por mi habitación y bajamos al salón. 
-¡Hola! –Dice Thomas cuando entra. Mi familia le saluda y se sienta en un sofá.
-Hoy Tom come con nosotros, ¿no os importa no?
-¡Pues claro que no! –Dice mi madre.
-¿Cómo se encuentra hoy señor Ros?
-Me encuentro mejor… Y por dios, no me llames señor Ros, me hace parecer más viejo de lo que soy, llámame Carlos o papá si quieres, tú ya eres como un hijo para nosotros. –Lo que ha dicho mi padre me sorprende a mí y mucho más a Tom, que se sonroja. Vale que anoche cuando hablamos me diese su aprobación pero esto no me lo esperaba. Nunca había dicho nada parecido con ninguna de las chicas con las que salía que le presenté… Debe saber lo mucho que quiero a Tom y eso me alegra.
-Vaya… Gracias Carlos. –Dice él feliz.
-¡Bueno, vamos a comer! –Dice mamá.
-¿Y David?
-No lo sé… Me ha llamado diciendo que no iba a venir a comer y nada más… -Dicho esto nos dirigimos todos hacia la cocina.
Nos sentamos todos alrededor de la mesa de la cocina y lo que al principio era vergüenza en Thomas ahora se convierte en extroversión y pura alegría. Gasta bromas, se ríe, está como en casa y eso me hace mucho más feliz de lo que he sido en mucho tiempo. Terminamos de comer y subimos a mi habitación donde nos tumbamos un rato a ver la tele en la cama. Ponen una película penosa y nos reímos mucho de los actores y los efectos especiales de la película. De repente apago el televisor y empiezo una conversación.
-¿Cómo estuve ayer?
-Genial es poco. ¿Por qué? ¿Quieres repetirlo…? –Dice acercándose más aún en mi estrecha cama y deslizando su mano hasta rozar mis partes haciendo que el Soldado Fresh se despierte.
-Me encantaría, pero nos podrían escuchar… Además, tengo algo mejor para ti. –Digo levantándome y cerrando la puerta con pestillo.
-¿Ah si? ¿Una sorpresa…? –Me dice con una voz sensual que me hace reír. Me vuelvo a la cama y comienzo a besarle.
-Quítate la camiseta. –Obedece sin rechistar y comienzo a besarle suavemente por el cuello y deslizo mis manos hacia sus pantalones, suelto la correa, desabrocho el botón del pantalón y bajo la bragueta de éstos. Le quito los pantalones y se queda solamente vistiendo unos boxers naranjas. Sigo besándole por debajo del ombligo y le quito los boxers. Me detengo ante lo que me espera, cuando lo hicimos no me di cuenta de lo grande que era.
-No tienes que hacerlo si no quieres… 
-No es eso, es que… ¡Es enorme! –Él se ríe y yo continúo el recorrido de mis besos. La tengo entre mis manos y todavía sobra un trozo considerable. Comienza el espectáculo. Ni de coña me coge en la boca más de la mitad, pero a él parece gustarle y mucho, bueno, a mi me dan arcadas… Todo sea por amor.
-¡Para, para, para! –Me aparto y observo como termina. A pesar de haberlo hecho ayer se corre una cantidad considerable. Saco de mi escritorio unos cuantos pañuelos y él se limpia. Cojo sus boxers los estiro con dos dedos y se los tiro a la cara riéndome. La risa es tan fuerte que de moverme al reírme se gira la silla y no veo cuando Tom me tira la almohada. Termina de vestirse y oímos unos ruidos que provienen de la planta baja, son gritos y golpes.
-¡Que me des dinero joder! –Grita David a Edu mientras le sujeta por los hombros y le zarandea.
-¡Ya te he dicho que no tengo dinero!   
-¡Eh, eh! ¡Suéltale! –Grita Tom desde arriba. Para cuando está bajando las escaleras David ha golpeado tan fuerte a Edu que llora arrastrándose por el suelo y grita. Me sorprende lo lanzado que está Tom, es él el que ahora mismo mantiene contra la pared a mi hermano David con su antebrazo en la nuez de éste dejándole sin respiración.
-¡Tom, déjale! Yo me encargo. –Le suelta y David recupera la respiración mientras Thomas va a auxiliar a Edu.
-Vaya… La maricona ahora tiene huevos, ¿eh?
-¿De qué vas imbécil? ¿Vas colocado y quieres más verdad?
-Si, ¿supone eso algún problema para ti nenaza? –Intenta que le golpee y la verdad es que se lo está ganando, pero no, no aquí y menos con mi padre recién llegado del hospital.
-Vete de aquí David.
-No… Yo no me voy a ningún lado. –Mamá baja por las escaleras y se queda al lado de Edu y Tom.
-Vete por las buenas o me vas a obligar a echarte yo.
-¿Ah si? ¿Me vas a pegar para defender a tu novio y a tu hermano? –Hasta él mismo sabe ya que con Edu no tendrá posibilidades de arreglar las cosas, él mismo es el que se está echando de la familia.
-¡Parad por favor, vuestro padre no está bien!
-No puedes hacerme nada. No tienes cojones a tocarme. Y tu… Eres débil y no llegarás a ser nadie nunca. –Dice mirando a Edu que observa la escena desde el suelo aún. Lo que le ha dicho a mi hermano pequeño me afecta tanto que opto por escupirle en la cara. Le da justamente entre la nariz y la boca. Me siento mejor que si le hubiese pegado un puñetazo en el estómago, ya que, después de habérsela chupado a Thomas no me había lavado los dientes. Hecho esto me cruza la cara de una bofetada.
-Oh… La has cagado. –Le digo abalanzándome sobre él de un puñetazo en la barriga. Le pego y me devuelve los golpes. Me tira al suelo y comienza a pegarme, agarro su cabeza y le pego puñetazos. Mamá intenta separarnos y papá comienza a bajar las escaleras.
-¡Basta! ¡Basta! Bas… Basta… –Dice casi sin voz, con la mano en el pecho y cae redondo por las escaleras. Mi madre grita que llamemos a una ambulancia y mi padre no se mueve. Para cuando la ambulancia llega a casa papá no respira... Está muerto... Le hemos matado...

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