Love Hurts
Se acercaban las cinco de la tarde y
todos nos preparábamos para salir en procesión, la más larga de toda la Semana Santa. La gente en la
hermandad estaba ajetreada, gritos, risas… una niña al fondo lloraba. Me
acerqué a consolarla y ya no estaba, ciertamente me pareció reconocer ese
rostro de muñeca de porcelana, que tanto adoraba y que no veía desde hacía tres
años, mi hermana pequeña. Cómo podía ser eso posible, pensé cuando llegue a
aquella esquina, debía ser un delirio a causa de el agotamiento físico y
psicológico ya que… Ella está muerta, ¿qué me quería decir mi subconsciente al
mostrarme esa cruel visión?
La gente seguía con sus prisas ya que
se acercaba la hora de salir y entre un tumulto de personas alcé la vista
encontrándome con sus ojos y el mundo me vino encima, sus ojos eran de un
marrón claro, cristalinos, que me abrían una puerta que nunca antes se había
abierto en mi corazón. Me sentí extraño, como si yo únicamente fuese una
pequeñez en el mundo en comparación a ella. Por suerte ambos tocábamos el
tambor y nos dio ocasión a conocernos un poco mejor ya que nos tocó ir juntos.
Ya en mitad del recorrido decidí
tomarme un descanso e ir a por un helado, Ana, la chica, se había ido hacía
rato y estaba preocupado y hambriento.
Iba andando con mi helado, como un
niño pequeño con un juguete nuevo y allí estaba otra vez, mi hermana. Asustado,
se me calló el helado sobre mi túnica nueva al correr hacía ella para abrazarla
mientras que se desvanecía llegué donde estaba y ya no había nada, excepto Ana
tras de mí. Me sujetó la mano y me besó repentinamente haciendo cesar mi hambre
de besos. La agarré de la cintura suavemente mientras que ella deslizaba su
mano por mi cuello, todo era tan hermoso, juntos, en el centro de la calle,
abrazados. Decidimos volver por si nos echaban en falta los de la banda y en la
esquina antes de llegar donde estaban los demás nos besamos nuevamente hasta
que nos interrumpió una gota de agua sobre mi frente, estaba empezando a
llover. Unos minutos más tarde llovía fuertemente mientras que trataban de
tapar el trono con un plástico, de nuevo había ruido y la gente corría para
refugiarse de la lluvia, solo es agua, pensé. Me encontraba en el centro de la
carretera buscando a Ana empapado de los pies a la cabeza y caí. Eso fue lo
último que recuerdo antes de despertar en el hospital, tenía vendada la cabeza,
por lo visto me habían operado, un tumor en el cerebro, quién me lo iba a decir
con tan solo trece años. No solo tenía heridas en la cabeza a causa de la
operación, también las tenía en el corazón, mis padres intentaron ocultármelo,
pero no pudieron… Ana había muerto atropellada por un coche justo a mi lado, la
gente que lo vio dijo que se abalanzó al verme en el suelo y el coche no pudo
frenar a tiempo, el amor duele, ya lo sabía, pero no hasta llegar a tal punto.
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