Hablando con mi
madre sobre mi nacimiento, me comentó que antes de mí tuvo un aborto. Un
pequeño bebé estaba creciendo en su interior, y con apenas un mes su breve
existencia se desvaneció. Que mi madre tuvo un aborto ya lo sabía, era algo que
mi hermana me había gritado durante una pelea en nuestra infancia: “no deberías
estar aquí” o algo así. Fue algo que me marcó desde que me explicó el por qué.
Hoy te escribo a
ti, hermano, o hermana. Voy a suponer que eras un varón, no sé por qué, pero
habita en mí ese presentimiento.
Mi infancia no
fue y fue a ratos lo más feliz de mi vida, y durante esos años pensé mucho en
ti. Te olvidé y esta noche te recuerdo. Si hubieses nacido te hubiesen llamado
Juan Antonio seguro, y ese hecho me lleva a pensar, no sé si equivocadamente o
no, que no soy más que un usurpador y estoy ocupando tu vida. Ahora podrías
tener dieciocho, diecinueve o quizás veinte años, tendrías un coche y
conducirías, suponiendo que te hubiesen dado la misma educación que a mí, con
precaución pero disfrutando de cada metro de la calzada, con el aire peinando
tu cabello y quizás con alguien que ocupase tu asiento de copiloto; saldrías de
fiesta; tendrías miles de amigos y serías feliz recordando las peleas con
Marien, seguro que te hubieses peleado con ella tanto o más que yo.
En los momentos
más infelices de mi amarga pubertad pienso que estoy desaprovechando tu vida,
que no debería estar aquí. Pero si te das cuenta uso verbos condicionales en
este escrito. Todo son suposiciones, ya que el que está aquí, no sé si por
suerte o por desgracia, soy yo. Tu muerte, no sé si decir tu muerte, ya que no
llegaste a nacer, me ha permitido llegar hasta aquí, tener los amigos que tengo
y una familia que me encantaría que conocieses, tu familia. Hubieses sido muy
feliz y es por eso que cada vez que sonrío, una décima parte de mi sonrisa te
corresponde. El resto a la abuela. Te envidio ahora mismo, porque al escribir
abuela me he dado cuenta de que puede que estés con ella ahora, que te esté
dando el amor de la familia que nunca te vio nacer. Aprovéchalo. Mi abuela es
el regalo que te ofrezco por darme tu vida y si lo piensas bien, yo mismo te
acabo de regalar mi vida. Cuídala mucho, hermano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario