Capítulo 10
-¿Cómo que están aquí? ¿Qué hacen aquí? Yo no me quiero ir,
quiero estar contigo. –Digo esto aún dentro de la cama, medio dormido. Parezco
un auténtico niño pequeño, el pelo alborotado, la cama llena de peluches y los
mofletes rojos.
-Y yo tampoco quiero que te vayas amor, pero tampoco quiero
que te pelees más con tu familia por mi culpa.
-¿Cómo que por tu culpa? Tú no tienes la culpa de nada
cielo… Ven aquí precioso. –Se acerca y apoya su cabeza en mi hombro.
-Venga, vístete vamos, no quiero que hagas esperar más a tus
padres…
Me visto todo lo rápido que puedo y arreglo un poco mis
pelos, me limpio la baba reseca y ambos nos acercamos hasta la puerta del
salón, que ahora se encuentra cerrada.
-Bésame Tom, porque puede que sea la última vez que podamos
hacerlo. –Él me besa.
-No seas idiota, si nos separan conseguiremos como sea
vernos. –Me dice intercalando la frase con unos pocos besos más.
-¿Estás llorando? No quiero que llores… Tenemos que ser
fuertes. –Le digo a Thomas limpiándole las lágrimas de la cara. Creo que es la
primera vez que le veo llorar.
Recojo como puedo de todos los rincones de mi cuerpo una
pizca de orgullo y fuerza para enfrentarme a lo que hay tras la puerta. Me
siento como un preso en el corredor de la muerte. Dejo de pensar en lo malo que
pueda pasar y abro la puerta.
-Hola…
-¡Hijo! –Me grita mi madre viniendo hacia mí y abrazándome.
-Mamá, si me dejas respirar te lo agradecería.
-Si, si, lo siento… Hijo, hemos venido para que vuelvas a
casa, para que vuelvas con nosotros.
-Mamá… No voy a volver, al menos por ahora y ni de coña
vuelvo estando el gilipollas de tu otro hijo ahí.
-Me ha contado lo que ha pasado esta mañana, le ha costado
decírmelo pero más le hubiese costado ocultarlo… Le has saltado los puntos. –En
ese momento llega del trabajo Susanne y entra al salón.
-Vaya, hola, ustedes deben ser los padres de Diego, yo soy
Susanne, la madre de Thomas. –Dice ella muy educadamente.
-Si, encantada, soy Nora y él es Carlos.
Os ahorraré la discusión e iré al grano.
-¡Mamá he dicho que no quiero irme, que es con él con quien
quiero estar no contigo joder!
-Pero si puedes estar con él todo el tiempo que quieras, en
clase y por las tardes.
-Déjalo Nora, este se viene con nosotros hoy por mis santos
cojones. –Salta mi padre y me agarra fuertemente del brazo izquierdo, por la
parte de la axila y no puedo hacer nada, me arrastra por el suelo y yo grito,
grito todo lo que puedo y más pero él me encierra en el coche. Lo arranca y mi
madre sube, Tom está en la puerta llorando. Han cerrado las puertas del coche y
no puedo bajar la ventanilla porque la han bloqueado desde adelante. No me
queda otra, comienzo a pegarle cabezazos como si me fuese la vida en ello al
cristal y en verdad, me iba la vida en ello, mi vida estaba siguiendo el coche
y lloraba. Era lo mínimo que podía hacer. Mi padre para el coche, se gira hacia
mí y me suelta un bofetón que me marea unos segundos. Me quedo sin palabras, mi
padre nunca me había pegado, nunca en la vida me había levantado la mano ni una
sola vez.
Llegamos a casa, consigo abrir la puerta del coche y salgo
corriendo hacia la carretera. Mi padre corre detrás y se abalanza sobre mí, con
sus dos brazos haciendo una tenaza sobre los míos me consigue llevar a casa a
pesar de mis patadas e intentos de morderle. Que cómo hizo para llevarme, os
explicaré un poco cómo es mi padre: mide cerca de dos metros, va al gimnasio
cuatro días por semana y creo que esnifa levadura o algo así porque es como un
armario.
Me encierro en mi habitación e intento salir por la ventana
solo que ahora hay un pequeño problema: han puesto rejas. Hijos de puta… Venían
a hablar, a convencerme para que volviese a casa… ¡Y una mierda! Dios no puede
ser, no puede ser, no le voy a volver a ver y encima mañana no hay clase. Me
siento en el hueco que hay entre el armario y mi cama, con la cabeza agachada,
mis brazos descansan sobre mis rodillas y lloro.
A la mañana siguiente bajo a desayunar con los ojos hinchados,
no hay nadie esperándome en la mesa de la cocina, ni hay nadie en el salón,
supongo que estarán durmiendo o se habrán suicidado a mí ellos ya me dan igual.
Antes de servirme el desayuno me acerco a la puerta de la calle, está cerrada.
Desisto, no voy a salir nunca de aquí, me digo a mí mismo sirviéndome un tazón
de cereales con leche.
Mi hermano pequeño baja y se sienta a mi lado.
-Anoche te escuché llorar, ¿estás bien?
-¿Y eso a ti qué te importa Edu?
-Solo pretendo ayudarte, sabes que me puedes contar las
cosas, ya soy lo suficientemente mayor como para intentar ayudarte si te pasa
algo.
-¿Ah si, eso crees? Está bien: soy gay, tus fantásticos
padres me han separado de la persona que mas amo en este mundo y probablemente
no la pueda ver en días porque me han encerrado aquí, nadie en esta casa me
entiende, le he partido la boca a mi hermano mayor y probablemente le mate
algún día de estos, no antes de que todo el instituto se ría de mí, me
ridiculice y me peguen palizas diarias por estar con Thomas. –Le observo
mirándole fijamente a los ojos.
-Sé que eres gay, mi amiga Bree me lo contó el otro día,
también sé que estas con su hermano. David es un gilipollas y eso lo sabes tú,
yo y probablemente papá y mamá también lo sepan. Si te van a pegar en el instituto
échale un par de huevos y se un hombre, enfréntate a ello y defiende lo que
eres, defiende a quien amas… Y con respecto a quedarte aquí tengo una llave que
le quité a papá que abre la puerta del garaje, si estás aquí por las mañanas y
antes de acostarte nadie se dará cuenta de tu ausencia. –Al escuchar esto se me
cae la cuchara al tazón y me salpican unas gotas en el ojo, tengo la boca
abierta en estos momentos. Y yo que pensaba que era tonto…
-Te he subestimado… No pensaba que fueses así ni por asomo…
¿Me cubrirás?
-Si me ayudas con Bree…
-Edu, es tu cuñada y de todas formas, eres lo
suficientemente guapo como para conseguirla tú solo.
-Es que ella no es como las demás, no se si me entiendes…
-Te entiendo. Está bien, te ayudaré.
Cerrado este pacto comienza una gran relación entre mi
hermano pequeño y yo, no sabía que fuese así. Nota mental 3: comprarle un
regalo a Edu.
Son las 23.00 y la gente en mi casa ya está durmiendo,
aprovecho la llave que Edu me ha dado y salgo por el garaje. Llego lo más rápido
que puedo a casa de Thomas y le toco la ventana. No me abre nadie. Vuelvo a
tocar y no abre nadie, quizás esté dormido… Doy una vuelta a la casa buscando
la habitación de Bree, doy con ella y toco en la ventana, ella abre la ventana
con cara de sueño. Vaya, mi hermano tiene buen gusto, Bree es guapa hasta
recién despertada… Como su hermano.
-Bree, necesito tu ayuda, ¿me dejas entrar?
-Si, claro. Espera, te abro la puerta. –La abre y me
encuentro con ella.
-¿Está tu hermano durmiendo?
-No, creo que está en el salón comiendo helado, desde que te
no estás en casa está muy triste… ¿Qué pasó?
-Es una larga historia… Mejor que te la cuente Edu, creo que
él sabe lo que ocurrió.
-¿Edu? ¿Cómo sabes que conozco a tu hermano? ¿Es que te ha
hablado de mí? –Noto en su voz un cierto tono de ansiedad por saber si eso es
cierto.
-Ya hablaremos de eso Bree, ahora tengo que ver a tu
hermano.
Me acerco y ahí está, lleva puestos unos slips míos,
limpios, por supuesto y mi camiseta gris y azul a rayas. Sujeta una tarrina de
helado de nata y tiene los ojos rojos de haberse restregado las manos por ellos
probablemente al haber secado sus lágrimas. La lámpara de árbol aún sigue ahí
iluminando el salón.
-Como sigas comiendo helado así te vas a estropear esos
abdominales que tanto me gustan.
-¡Diego! –Grita él tirando el helado y corriendo hacia mí.
-Shhh, no despiertes a tus padres.
-Dios como te he echado de menos, ¿cómo no se nos ocurrió
antes darnos el número de teléfono? Somos idiotas, ¿eh?
-Hablemos de eso más tarde, ahora me importa más otra cosa.
–Nos besamos y nos vamos a su
habitación. Llegamos a la cama donde sigue desatándose nuestra pasión.
-¿Crees que deberíamos hacerlo ya? –Me pregunta Tom
quitándose la camiseta.
-No, aún no y menos con tus padres y tu hermana en tu casa…
Aunque ganas no me faltan…
-Tienes razón… Tiene que ser algo especial, ¿vendrás mañana
por la noche?
-Si puedo… Lo intentaré, ¿vale?
-Vale. –Me dice él, besa mis labios y se mete dentro de la
cama. Me quito la ropa quedándome en slips y me meto en la cama con él.
-Que sepas que te quedan mejor esos slips a ti que a mí.
-No creo… Pero de todas formas si algún día los quieres
recuperar tendrás que quitármelos tú, ¿de acuerdo?
-Trato hecho.
Me reconforta dormir con él, sentir su respiración y que me
abrace inconscientemente, que ponga su mano junto a la mía… Me despierto antes
que él y dedico un par de mis minutos de vida a observarle dormir. Tiene una
cara de felicidad despreocupada, está mucho más guapo cuando duerme, parece un
ángel. En realidad es un ángel. Me acerco con el máximo cuidado posible y le
beso. Me levanto y me pongo la camiseta que tiró anoche, de haberla llevado él
puesta lleva consigo su olor sin duda algo que me vendrá genial para pasar la
noche si no consigo escaparme.
-¿Te vas? –Me dice medio dormido.
-Tengo que llegar a casa para no encontrarme a nadie
despierto y que no sepan que he salido…
-Está bien, te quiero.
-Y yo a ti mi amor, y yo a ti. –Le beso otra vez y el ni se
mueve, se había dormido otra vez… Es para comérselo.
De camino a la salida de la casa me topo con el padre de
Thomas, Eric.
-Buenos días Eric, que te vaya bien hoy en el trabajo. –Le
digo feliz.
-¿Eh? Si, si, si…
Vaya por dios, otro medio durmiendo y es normal, son las
05.00 de la madrugada…
Llego a casa y nadie me oye, me tumbo en la cama y duermo
tranquilamente pensando en qué me deparará el futuro mañana.
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