domingo, 29 de abril de 2012


Capítulo 10

-¿Cómo que están aquí? ¿Qué hacen aquí? Yo no me quiero ir, quiero estar contigo. –Digo esto aún dentro de la cama, medio dormido. Parezco un auténtico niño pequeño, el pelo alborotado, la cama llena de peluches y los mofletes rojos.
-Y yo tampoco quiero que te vayas amor, pero tampoco quiero que te pelees más con tu familia por mi culpa.
-¿Cómo que por tu culpa? Tú no tienes la culpa de nada cielo… Ven aquí precioso. –Se acerca y apoya su cabeza en mi hombro.
-Venga, vístete vamos, no quiero que hagas esperar más a tus padres…
Me visto todo lo rápido que puedo y arreglo un poco mis pelos, me limpio la baba reseca y ambos nos acercamos hasta la puerta del salón, que ahora se encuentra cerrada.
-Bésame Tom, porque puede que sea la última vez que podamos hacerlo. –Él me besa.
-No seas idiota, si nos separan conseguiremos como sea vernos. –Me dice intercalando la frase con unos pocos besos más.
-¿Estás llorando? No quiero que llores… Tenemos que ser fuertes. –Le digo a Thomas limpiándole las lágrimas de la cara. Creo que es la primera vez que le veo llorar.
Recojo como puedo de todos los rincones de mi cuerpo una pizca de orgullo y fuerza para enfrentarme a lo que hay tras la puerta. Me siento como un preso en el corredor de la muerte. Dejo de pensar en lo malo que pueda pasar y abro la puerta.
-Hola…
-¡Hijo! –Me grita mi madre viniendo hacia mí y abrazándome.
-Mamá, si me dejas respirar te lo agradecería.
-Si, si, lo siento… Hijo, hemos venido para que vuelvas a casa, para que vuelvas con nosotros.
-Mamá… No voy a volver, al menos por ahora y ni de coña vuelvo estando el gilipollas de tu otro hijo ahí.
-Me ha contado lo que ha pasado esta mañana, le ha costado decírmelo pero más le hubiese costado ocultarlo… Le has saltado los puntos. –En ese momento llega del trabajo Susanne y entra al salón.
-Vaya, hola, ustedes deben ser los padres de Diego, yo soy Susanne, la madre de Thomas. –Dice ella muy educadamente.
-Si, encantada, soy Nora y él es Carlos.
Os ahorraré la discusión e iré al grano.
-¡Mamá he dicho que no quiero irme, que es con él con quien quiero estar no contigo joder!
-Pero si puedes estar con él todo el tiempo que quieras, en clase y por las tardes.
-Déjalo Nora, este se viene con nosotros hoy por mis santos cojones. –Salta mi padre y me agarra fuertemente del brazo izquierdo, por la parte de la axila y no puedo hacer nada, me arrastra por el suelo y yo grito, grito todo lo que puedo y más pero él me encierra en el coche. Lo arranca y mi madre sube, Tom está en la puerta llorando. Han cerrado las puertas del coche y no puedo bajar la ventanilla porque la han bloqueado desde adelante. No me queda otra, comienzo a pegarle cabezazos como si me fuese la vida en ello al cristal y en verdad, me iba la vida en ello, mi vida estaba siguiendo el coche y lloraba. Era lo mínimo que podía hacer. Mi padre para el coche, se gira hacia mí y me suelta un bofetón que me marea unos segundos. Me quedo sin palabras, mi padre nunca me había pegado, nunca en la vida me había levantado la mano ni una sola vez.
Llegamos a casa, consigo abrir la puerta del coche y salgo corriendo hacia la carretera. Mi padre corre detrás y se abalanza sobre mí, con sus dos brazos haciendo una tenaza sobre los míos me consigue llevar a casa a pesar de mis patadas e intentos de morderle. Que cómo hizo para llevarme, os explicaré un poco cómo es mi padre: mide cerca de dos metros, va al gimnasio cuatro días por semana y creo que esnifa levadura o algo así porque es como un armario.
Me encierro en mi habitación e intento salir por la ventana solo que ahora hay un pequeño problema: han puesto rejas. Hijos de puta… Venían a hablar, a convencerme para que volviese a casa… ¡Y una mierda! Dios no puede ser, no puede ser, no le voy a volver a ver y encima mañana no hay clase. Me siento en el hueco que hay entre el armario y mi cama, con la cabeza agachada, mis brazos descansan sobre mis rodillas y lloro.
A la mañana siguiente bajo a desayunar con los ojos hinchados, no hay nadie esperándome en la mesa de la cocina, ni hay nadie en el salón, supongo que estarán durmiendo o se habrán suicidado a mí ellos ya me dan igual. Antes de servirme el desayuno me acerco a la puerta de la calle, está cerrada. Desisto, no voy a salir nunca de aquí, me digo a mí mismo sirviéndome un tazón de cereales con leche.
Mi hermano pequeño baja y se sienta a mi lado.
-Anoche te escuché llorar, ¿estás bien?
-¿Y eso a ti qué te importa Edu?
-Solo pretendo ayudarte, sabes que me puedes contar las cosas, ya soy lo suficientemente mayor como para intentar ayudarte si te pasa algo.
-¿Ah si, eso crees? Está bien: soy gay, tus fantásticos padres me han separado de la persona que mas amo en este mundo y probablemente no la pueda ver en días porque me han encerrado aquí, nadie en esta casa me entiende, le he partido la boca a mi hermano mayor y probablemente le mate algún día de estos, no antes de que todo el instituto se ría de mí, me ridiculice y me peguen palizas diarias por estar con Thomas. –Le observo mirándole fijamente a los ojos.
-Sé que eres gay, mi amiga Bree me lo contó el otro día, también sé que estas con su hermano. David es un gilipollas y eso lo sabes tú, yo y probablemente papá y mamá también lo sepan. Si te van a pegar en el instituto échale un par de huevos y se un hombre, enfréntate a ello y defiende lo que eres, defiende a quien amas… Y con respecto a quedarte aquí tengo una llave que le quité a papá que abre la puerta del garaje, si estás aquí por las mañanas y antes de acostarte nadie se dará cuenta de tu ausencia. –Al escuchar esto se me cae la cuchara al tazón y me salpican unas gotas en el ojo, tengo la boca abierta en estos momentos. Y yo que pensaba que era tonto…
-Te he subestimado… No pensaba que fueses así ni por asomo… ¿Me cubrirás?
-Si me ayudas con Bree…
-Edu, es tu cuñada y de todas formas, eres lo suficientemente guapo como para conseguirla tú solo.
-Es que ella no es como las demás, no se si me entiendes…
-Te entiendo. Está bien, te ayudaré.
Cerrado este pacto comienza una gran relación entre mi hermano pequeño y yo, no sabía que fuese así. Nota mental 3: comprarle un regalo a Edu.
Son las 23.00 y la gente en mi casa ya está durmiendo, aprovecho la llave que Edu me ha dado y salgo por el garaje. Llego lo más rápido que puedo a casa de Thomas y le toco la ventana. No me abre nadie. Vuelvo a tocar y no abre nadie, quizás esté dormido… Doy una vuelta a la casa buscando la habitación de Bree, doy con ella y toco en la ventana, ella abre la ventana con cara de sueño. Vaya, mi hermano tiene buen gusto, Bree es guapa hasta recién despertada… Como su hermano.
-Bree, necesito tu ayuda, ¿me dejas entrar?
-Si, claro. Espera, te abro la puerta. –La abre y me encuentro con ella.
-¿Está tu hermano durmiendo?
-No, creo que está en el salón comiendo helado, desde que te no estás en casa está muy triste… ¿Qué pasó?
-Es una larga historia… Mejor que te la cuente Edu, creo que él sabe lo que ocurrió.
-¿Edu? ¿Cómo sabes que conozco a tu hermano? ¿Es que te ha hablado de mí? –Noto en su voz un cierto tono de ansiedad por saber si eso es cierto.
-Ya hablaremos de eso Bree, ahora tengo que ver a tu hermano.
Me acerco y ahí está, lleva puestos unos slips míos, limpios, por supuesto y mi camiseta gris y azul a rayas. Sujeta una tarrina de helado de nata y tiene los ojos rojos de haberse restregado las manos por ellos probablemente al haber secado sus lágrimas. La lámpara de árbol aún sigue ahí iluminando el salón.
-Como sigas comiendo helado así te vas a estropear esos abdominales que tanto me gustan.
-¡Diego! –Grita él tirando el helado y corriendo hacia mí.
-Shhh, no despiertes a tus padres.
-Dios como te he echado de menos, ¿cómo no se nos ocurrió antes darnos el número de teléfono? Somos idiotas, ¿eh?
-Hablemos de eso más tarde, ahora me importa más otra cosa. –Nos  besamos y nos vamos a su habitación. Llegamos a la cama donde sigue desatándose nuestra pasión.
-¿Crees que deberíamos hacerlo ya? –Me pregunta Tom quitándose la camiseta.
-No, aún no y menos con tus padres y tu hermana en tu casa… Aunque ganas no me faltan…
-Tienes razón… Tiene que ser algo especial, ¿vendrás mañana por la noche?
-Si puedo… Lo intentaré, ¿vale?
-Vale. –Me dice él, besa mis labios y se mete dentro de la cama. Me quito la ropa quedándome en slips y me meto en la cama con él.
-Que sepas que te quedan mejor esos slips a ti que a mí.
-No creo… Pero de todas formas si algún día los quieres recuperar tendrás que quitármelos tú, ¿de acuerdo?
-Trato hecho.
Me reconforta dormir con él, sentir su respiración y que me abrace inconscientemente, que ponga su mano junto a la mía… Me despierto antes que él y dedico un par de mis minutos de vida a observarle dormir. Tiene una cara de felicidad despreocupada, está mucho más guapo cuando duerme, parece un ángel. En realidad es un ángel. Me acerco con el máximo cuidado posible y le beso. Me levanto y me pongo la camiseta que tiró anoche, de haberla llevado él puesta lleva consigo su olor sin duda algo que me vendrá genial para pasar la noche si no consigo escaparme.
-¿Te vas? –Me dice medio dormido.
-Tengo que llegar a casa para no encontrarme a nadie despierto y que no sepan que he salido…
-Está bien, te quiero.
-Y yo a ti mi amor, y yo a ti. –Le beso otra vez y el ni se mueve, se había dormido otra vez… Es para comérselo.
De camino a la salida de la casa me topo con el padre de Thomas, Eric.
-Buenos días Eric, que te vaya bien hoy en el trabajo. –Le digo feliz.
-¿Eh? Si, si, si…
Vaya por dios, otro medio durmiendo y es normal, son las 05.00 de la madrugada…
Llego a casa y nadie me oye, me tumbo en la cama y duermo tranquilamente pensando en qué me deparará el futuro mañana. 

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