Capítulo 2
Menuda mierda de día, nunca mejor dicho. Salgo al patio a
despejarme un poco, me siento en unas escaleras y alguien me toca por la
espalda y se sienta junto a mí.
-Vaya espectáculo has dado, no me has dado tiempo a escuchar
tu presentación, ¿te llamas...?
-Diego Ros. ¿Tú?
-Marina Gómez. ¿Qué te ha pasado antes?
Marrones y verdes, son marrones y verdes, grandes preciosos,
me pierdo en ellos y tardo en responder.
-Claustrofobia. –Digo rápidamente, lo primero que se me
viene a la cabeza.
-¿En serio? Apenas había mucha gente en la sala y era muy
grande…
-No se me ha ocurrido nada mejor… La realidad fue peor,
mejor no hablar del tema. ¿Has visto mi mochila?
-Creo que la cogió ese chico extranjero… ¿Thomas? Creo que
se llamaba así.
-No se quién es… No importa, no llevaba gran cosa dentro.
-Bueno, he de irme, un placer conocerte guapo. –Dice
alejándose habiéndome sonreído antes.
¿Guapo? ¿En serio? Debo haber entendido mal… Voy a buscar mi
mochila. Ando unos pasos y antes de comenzar a buscarla ya me había encontrado
ella.
-¡Eh, mi mochila!
-Si te la he traído, pensé que la necesitarías. –Dice el
chico sonriendo, ahora que le veo de cerca me doy cuenta de que era él el que
se estaba presentando cuando he salido corriendo.
-Vaya… Gracias tío, soy Diego, siento mucho lo de antes es
que no me encontraba muy bien. Siento haberte interrumpido y eso…
-No te disculpes, estaba cortadísimo y la gente ha dejado de
hablar de mí y mi acento cuando te han visto correr, que mal lo he pasado, no
es lo mío esto de hablar delante de gente. –La verdad es que sí, acento tenía,
me gusta su acento. Puede que este chico me caiga bien en un futuro.- Yo soy
Thomas.
-He de irme, encantado Tom, ¿puedo llamarte Tom? Te debo
una.
No le dejé responder, me fui. ¿Impertinente por mi parte?
Puede.
Llego a casa y me preguntan qué tal el día, no les contesto,
les digo que no voy a comer y subo a mi cuarto. Me tumbo en la cama y recuerdo
los ojos de Marina. ¿Me ha dicho guapo, o era sarcasmo? Esos ojos marrones me
calman y me exaltan a la vez, un verde claro rodea su pupila mientras que el
color marrón claro lo abraza. Aparecen en mi mente unos ojos grises, los de
Tom, profundos y expresivos. Me duermo pensando en ellos y me despierto al
rato.
Bajo a cenar algo, he de poner la mesa. Mi familia está
esperando en la mesa y yo llevo los platos, faltan los dos de mis hermanos.
Antes de llevarlos les escupo, se lo merecen por lo que me ha pasado hoy. Edu,
el menor, se lo come gustoso y felicita a mi madre por la comida. Mi hermano
mayor, David, no come casi y se retira pronto. Tiene 19 años, es más bajo que
yo, tiene el pelo rizado y los ojos negros. Edu tiene 14 y es tonto. No es
culpa suya, es decir, no le culpo, pero el pobre es tonto. Por eso es lo
contrario a mi, el es guapísimo, muy alto y tiene los ojos verdes.
Me tumbo en la cama e intento dormir un poco mirando al
techo. Repaso lo hecho en el día, Tom, su acento, sus ojos, Marina sonriendo.
Me duermo.
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