jueves, 26 de abril de 2012


Capítulo 2

Menuda mierda de día, nunca mejor dicho. Salgo al patio a despejarme un poco, me siento en unas escaleras y alguien me toca por la espalda y se sienta junto a mí.
-Vaya espectáculo has dado, no me has dado tiempo a escuchar tu presentación, ¿te llamas...?
-Diego Ros. ¿Tú?
-Marina Gómez. ¿Qué te ha pasado antes?
Marrones y verdes, son marrones y verdes, grandes preciosos, me pierdo en ellos y tardo en responder.
-Claustrofobia. –Digo rápidamente, lo primero que se me viene a la cabeza.
-¿En serio? Apenas había mucha gente en la sala y era muy grande…
-No se me ha ocurrido nada mejor… La realidad fue peor, mejor no hablar del tema. ¿Has visto mi mochila?
-Creo que la cogió ese chico extranjero… ¿Thomas? Creo que se llamaba así.
-No se quién es… No importa, no llevaba gran cosa dentro.
-Bueno, he de irme, un placer conocerte guapo. –Dice alejándose habiéndome sonreído antes.
¿Guapo? ¿En serio? Debo haber entendido mal… Voy a buscar mi mochila. Ando unos pasos y antes de comenzar a buscarla ya me había encontrado ella.
-¡Eh, mi mochila!
-Si te la he traído, pensé que la necesitarías. –Dice el chico sonriendo, ahora que le veo de cerca me doy cuenta de que era él el que se estaba presentando cuando he salido corriendo.
-Vaya… Gracias tío, soy Diego, siento mucho lo de antes es que no me encontraba muy bien. Siento haberte interrumpido y eso…
-No te disculpes, estaba cortadísimo y la gente ha dejado de hablar de mí y mi acento cuando te han visto correr, que mal lo he pasado, no es lo mío esto de hablar delante de gente. –La verdad es que sí, acento tenía, me gusta su acento. Puede que este chico me caiga bien en un futuro.- Yo soy Thomas.
-He de irme, encantado Tom, ¿puedo llamarte Tom? Te debo una.
No le dejé responder, me fui. ¿Impertinente por mi parte? Puede.
Llego a casa y me preguntan qué tal el día, no les contesto, les digo que no voy a comer y subo a mi cuarto. Me tumbo en la cama y recuerdo los ojos de Marina. ¿Me ha dicho guapo, o era sarcasmo? Esos ojos marrones me calman y me exaltan a la vez, un verde claro rodea su pupila mientras que el color marrón claro lo abraza. Aparecen en mi mente unos ojos grises, los de Tom, profundos y expresivos. Me duermo pensando en ellos y me despierto al rato.
Bajo a cenar algo, he de poner la mesa. Mi familia está esperando en la mesa y yo llevo los platos, faltan los dos de mis hermanos. Antes de llevarlos les escupo, se lo merecen por lo que me ha pasado hoy. Edu, el menor, se lo come gustoso y felicita a mi madre por la comida. Mi hermano mayor, David, no come casi y se retira pronto. Tiene 19 años, es más bajo que yo, tiene el pelo rizado y los ojos negros. Edu tiene 14 y es tonto. No es culpa suya, es decir, no le culpo, pero el pobre es tonto. Por eso es lo contrario a mi, el es guapísimo, muy alto y tiene los ojos verdes.
Me tumbo en la cama e intento dormir un poco mirando al techo. Repaso lo hecho en el día, Tom, su acento, sus ojos, Marina sonriendo. Me duermo. 

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