Capítulo 8
Sus padres no están en casa, ambos trabajan hoy hasta tarde.
Le tumbamos en la cama y le pido a Bree que traiga unas gasas y alcohol para
limpiarle la sangre reseca y esta va a buscarlas. Enserio, creo que no es
humana, flipo con ella… Hace caso a todo.
-¿Estás bien cielo? ¿Por qué te ha pegado el imbécil de
David?
-Me preguntó que qué hacía contigo y me exigió saber dónde
estabas durmiendo, con quién y esas cosas y yo le contesté que eso a él no le
importaba. Que tú estabas con tu verdadera familia ahora. Entonces me agarró
del cuello y me pegó un cabezazo en la nariz y luego viniste tú…
-Lo siento… Es todo culpa mía… Voy a partirle los dedos uno
a uno a ese cabrón por haberte pegado.
-No vas a hacer nada. Te vas a quedar aquí conmigo.
Prométemelo.
-Prometido. –Digo yo resignado ante la idea de no tener mi
venganza.
-Sabes, te he echado de menos en clase…
-Y yo a ti… Es más, te he traído un regalo y todo.
-El único regalo que quiero yo ahora es un beso de tus
labios, así que, ven aquí señorito Ros. –Me dice y me señala moviendo el dedo
para que vaya hacia él.
-Tom, está tu hermana…
-Por mí no os preocupéis, no me asustan estas cosas, además,
hacéis una pareja adorable. –Dice Bree con las gasas y el alcohol en las manos.
-¿Ves? Te dije que no era tonta. –Me dice riéndose Tom.
-Os dejo solos tortolitos. –Nos comunica Bree saliendo del
cuarto.
Le limpio la sangre de la nariz y la boca, le había llegado
hasta el cuello y se ha manchado la camiseta.
-Dios, tu camiseta está llena de sangre, quítatela y la
lavo.
-Si, ya, lavarla… Tú lo que quieres es verme sin camiseta.
-Eso también. –Le digo riéndome. Me subo encima de él y le
beso lentamente.
-Si quieres verme sin camiseta tendrás que ganártelo y por
ese camino vas bastante bien.
-¿Ah si? –Pongo mi mano derecha sobre la almohada, justo al
lado de su cabeza y me agacho un poco más, tenemos las narices pegadas y no nos
besamos. Me agacho más aún y nuestros labios se juntan, le beso repetidas veces
y me retiro hacia atrás haciendo que sea él quien venga buscando más y así es.
Tom está abrazado a mí, estoy sentado sobre él con las
piernas enroscadas alrededor de su espalda. Es él quien me besa ahora y de una
manera que nunca antes había visto y mucho menos sentido. Me quito la camiseta
y el corazón me va a mil por hora, respiro fuertemente y Tom se quita la suya. Su
pecho moreno me vuelve loco, arrastro mi dedo por su cuello hacia abajo. Sus
abdominales están bien definidos y un fino hilo de pelo cae desde su ombligo
hacia abajo.
Me tira contra la cama y me coge las manos entrelazando sus
dedos en ellas sobre mi cabeza y comienza a besarme el cuello bajando poco a
poco por cada parte de mi pecho. Llega al ombligo y me invade una sensación
impactante de placer y emoción que no había sentido antes.
-Thomas, me voy a casa de… –Se escucha desde afuera, se abre
la puerta y entra Bree interrumpiéndonos.
Rápidamente cojo el peluche del corazón y me consigo tapar
un poco. Hay veces en las que se me olvida que la vergüenza es un sentimiento y
no se puede tapar, ¡Joder!
-¡Bree vete por dios! –Grita Thomas.
-¡Uo uo uo uo! Dios, dios… –Dice Bree a la vez que sale de
la habitación.
Yo me río, no puedo evitarlo, me estoy riendo muchísimo
ahora mismo al ver la cara de preocupación de Tom en estos momentos.
-¡No te rías tonto! A ver si la hemos traumatizado o algo… –Dice
él y en el momento en que lo dice comienza a reírse también. Cae sobre mi brazo
extendido en la cama y nos miramos un buen rato.
-Ah, tu regalo. –Digo yo levantándome de la cama y cogiendo
la bolsa. Se lo enseño y espero impaciente su reacción.
-¿Otro corazón? –Dice ilusionado.
-Si… Como el que tenías te lo llené de babas… ¡Nadie quiere
un corazón de peluche lleno de babas!
-Yo sí, pero, ¿para qué un peluche? Ven aquí tú mismo y lléname
a mí de babas.
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